Por Purificación González de la Blanca – Ojos para la Paz
El miedo, y más aún el terror/terrorismo, siempre fueron instrumentos del poder. Ambos han sido reiteradamente utilizados por los Estados Unidos, casi desde sus orígenes. Podríamos remontarnos a 1898, año en que se produce la voladura del buque acorazado de la armada de los Estados Unidos, Maine, y la muerte de 256 militares, en lo que fue el pretexto para declarar la guerra a España. Guerra que ya venía siendo alimentada por el magnate de los medios de comunicación norteamericanos William Randolf Hearst. Autoatentado y utilización de los medios de comunicación como un poderoso aparato de propaganda. Justamente lo que estamos viviendo en grado superlativo en los últimos tiempos.
En fechas más próximas vendrían atentados en Cuba, en Nicaragua, la Operación Cóndor, atentados a mansalva en Afganistán (incluida la voladura de los históricos Budas de Bamiyan), en Iraq, Libia, Siria, Nigeria, Yemen, etc., matanzas en Guatemala, atentados en aviones de pasajeros, etc., etc. En su declive el dólar ha atacado a todo, incluso a la propia población de su país de referencia, como sucedió el 11-S, autoatentados sobre los que han sido publicadas numerosas investigaciones (pese a la sistemática obstaculización del gobierno)… O a la población de los países socios: Bolonia, Milán, Londres, Madrid, París… Ello sin descartar otras opciones, porque la baraja es amplia, como la del ébola en África (desde la Base Naval de Rota partieron para combatirlo, metralleta en mano, nada menos que 4.000 marines), o la del secuestro de las niñas nigerianas, un burdo montaje que dio lugar a una cumbre en París como resultado de la cual militares norteamericanos y franceses tomaron los pozos de petróleo nigerianos.
Los autoatentados han sido el medio hasta ahora utilizado para obtener los avales necesarios para invadir países, como quedó claro con la denuncia efectuada públicamente por el exgeneral de los Estados Unidos Wesley Clark, en la que explicaba con bastante detalle cómo siete días después del 11-S Estados Unidos ya tenía preparado un listado con la relación de países a invadir: Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Líbano, Somalia, Sudán e Irán. Países todos con yacimientos de gas o de petróleo, o en la ruta del petróleo, y/o necesarios para dar salida a oleoductos y gasoductos procedentes de otros territorios.
Pero no queda ahí la cosa porque el imperio va inventando nuevas fórmulas que pone en práctica en proporción inversa a su declive y crea y se sirve de nuevos gestores del atentado, más contundentes, que actúan en los países en el objetivo: Al Qaeda, Frente Al-Nusra, Boko-Haram, Estado Islámico…
Como escribíamos hace ahora un año, “con el llamado Estado Islámico, ISIS, o Daesh, Estados Unidos ha logrado crear el enemigo perfecto. Un enemigo que va extendiendo por los territorios de su interés, que amenaza también a terceros países, incluidos los europeos, y que le proporcionará apoyos muy variopintos a la hora de combatirlo en lugares en los que el ejército de los Estados Unidos no habría podido entrar de otra manera. Ahora se trata de combatir a un enemigo “malo malísimo” (que degüella niños, destruye el patrimonio arqueológico e histórico, viola mujeres, pone bombas también en Europa…). O sea que se trata de salvar al mundo.” Y Estados Unidos –no la ONU- tiene esa misión histórica. Pretexto perfecto para entrar en Siria y bombardear las infraestructuras de ese país, solo o acompañado, es decir con o sin la ayuda del Estado Islámico. O colaborando con éste con el envío de armamento y de dinero. O con la compra de petróleo y obras de arte producto del expolio, por poner un ejemplo.
“Hay numerosas fotos –escribíamos entonces- que acreditan cómo aviones de los Estados Unidos abastecen, supuestamente de armamento, a las filas del Estado Islámico; hay incluso varias en la que aparece un amplio despliegue de tropas de ese engendro, que circulan libre y retadoramente por territorio de Iraq sin problema alguno y sin miedo a ser bombardeados.” Pero lo más elocuente fueron las declaraciones de la ex -vicepresidenta del gobierno de los Estados Unidos, y candidata a la Presidencia de ese país por el Partido Demócrata, Hillary Clinton, que en una entrevista concedida al medio digital The Atlantic admitió que el Estado Islámico había sido creado por la Casa Blanca, pero que el tema se les había escapado de las manos.
¿Escapar de las manos cuando su objetivo es –como lo ha descrito muy certeramente Jorge Beinstein- implantar el caos absoluto? “Se trata de la estrategia del caos periférico, de la transformación de naciones y regiones más amplias en áreas desintegradas, balcanizadas, con estados-fantasmas, clases sociales (altas, medias y bajas) profundamente degradadas sin capacidad de defensa, de resistencia ante los poderes políticos y económicos de Occidente que podrían así depredar impunementesus recursos naturales, mercados y recursos humanos (residuales).”, afirma Beinstein, que también califica al imperio de parásito.
Es comprensible que el candidato por el Partido Republicano, Donald Trump, tan patético como la Sra. Clinton (todavía en Europa no hemos llegado a ese nivel, pero todo se andará), aproveche la coyuntura acusando a su rival de crear el Estado Islámico, llamado también ISIS o Daesh. “Hillary Clinton creó el Estado Islámico gracias a su estúpida política y a su incorrecta toma de decisiones”, afirmó Trump.
Pero es más que probable que la Reserva Federal, que es la que en definitiva mueve los hilos de ese gigantesco engranaje que se sirve del terrorismo a gran escala, le retire definitivamente su apoyo. Es fácil repasar el listado de presidentes de los Estados Unidos y comprobar las guerras que tienen en su haber cada uno de ellos. Con tales objetivos llegaron a la Presidencia…
Purificación González de la Blanca
Agosto 2016
Ojos para la Paz