Por Marcos Mesa
En la década de 1960 se creó en EEUU “La Nueva Izquierda”, un movimiento estadounidense de base concebido para generar protestas y presión social. Su misión era propagar el caos y difundir los “ideales” de una “nueva política” socialista de rasgos nihilistas con un tinte cosmético de izquierdas que tuviese como finalidad servir a los intereses Globalistas del Nuevo Orden Mundial (Poder financiero neoliberal-globalista y corporaciones multinacionales).
Este proyecto de “disidencia e ingeniería social” fue dirigido por Henry Kissinger de la mano del Club Bilderberg, una sociedad semi-secreta (hoy casi todo el mundo la conoce pero en aquél entonces era más discreta) integrada por los principales banqueros y financieros del país. Con Kissinger al mando, quien años más tarde sería presidente de la Reserva Federal, se conformaría un equipo integrado por James Schlesinger, Alexander Haig y Daniel Hellberg.
Con ellos trabajaría el principal teórico del Instituto de Estudios Políticos IPS, Noam Chomsky que procedía de la sociedad masónica británica “La Mesa Redonda”. Kissinger y Chomsky crearían la Nueva Izquierda para actúar como un látigo para el Gobierno de Nixon y golpear a la clase dirigente de EEUU de forma sistemática para que no se saliesen de la senda económica globalista.
Según un artículo publicado en la revista Nexus de la mano de Will Banyon, David Rockefeller, cabeza de la Comisión Trilateral, estaba colérico y en total desacuerdo con la gestión económica del presidente de EEUU, Richard Nixon. La Comisión Trilateral fue creada por el banquero Rockefeller y el poder financiero norteamericano como alternativa a la Onu, pues en Naciones Unidas los países del Tercer Mundo no seguían la dirección para la creación de un Gobierno Global Integrado. El caso es que la Trilateral pretendía unir a las naciones más industrializadas como cabeza de ese Nuevo Orden Mundial.
El presidente Nixon no comulgaba con las políticas económicas internacionalistas neoliberales de los globalistas de Rockefeller y su brazo financiero, a las cuales consideraba anticuadas. Nixon llegó a congelar los salarios y los precios para contener la inflación de EEUU y mantener el control de la economía en manos del gobierno estadounidense (a través de este control de precios y el aumento de aranceles).
Según relata John Coleman en su libro “Conspirators Hierarchy”, cuando Kissinger fue “colocado” como asesor de seguridad nacional del Gobierno de Nixon, actuó como topo para implosionar al gobierno desde dentro.
El presidente Nixon declaró públicamente que no aprobaba el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio GATT. Ese acuerdo de libre comercio costaba, y en efecto así ocurrió tras la dimisón del presidente, el puesto de trabajo a treinta millones de estadounidenses; Sir James Goldsmith, miembro del Parlamento Europeo advirtió en 1994 al Senado estadounidense que el GATT iba a erosionar la soberanía nacional de EEUU gravemente.
El tratado provocó la desindustrialización y el “crecimiento cero que deseaba el Nuevo Orden Mundial para bajar el nivel de vida medio estadounidense, como de hecho así sucedió.
Henry Kissinger, asesor de seguridad nacional dentro del Gobierno de EEUU junto con Noam Chomsky, Alex Haig, y James Schlesinger, fueron responsables en secreto también (como colofón a la presión gubernamental) de la Operación Watergate para derrocar al presidente.
Tras la dimisión de Nixon en 1974 llegaría al país la década de 1980 donde se dispararía la inflación y comenzaría una depresión económica (una gran “Crisis”) eliminándose los puestos de trabajo de la industria. El Nuevo Orden Mundial utilizó la inflación para bajar el nivel medio de vida de la ciudadanía de EEUU.

El entonces presidente Obama junto a Henry Kissinger
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Buenas.
En su primera lectura, parece un artículo interesante, pero me gustaría que el autor mencionara con claridad las fuentes en las que se ha basado para redactar este texto, más allá de la revista Nexus. Se mezclan suficientes elementos como para que parezca confuso. La definición que se hace de la New Left, de origen claramente anglosajón, me parece algo estereotipada. Es una crítica que ya se le hizo en su momento desde la militancia comunista, reclacando también su lado excesivamente ingenuo frente al sistema. Tampoco hay que olvidar que supuso el comienzo de las guerras culturales, como nuevo frente de combate ideológico. Críticas que por otra parte, en este texto se han dimensionado cualitativamente, definiéndola como una quinta columna. Esto ha de fundamentarse mejor, sin negar el fondo sutil de algunas de las relaciones que pudieran extraerse. De todos modos, no puedo entrar a debatirlo porque no conozco la cuestión con suficiente profundidad. Un saludo.
Luis Delgado
Se agradece la crítica pero sigo insistiendo para toda esa gente que no lee bien el artículo. Se cita un libro en el artículo, insisto. Dejad el twitter y el telefonito y molestaos en leer más de cien palabras. Se cita un libro en el artículo.