El Acuerdo del Clima, una herramienta política de erosión de la soberanía nacional de la mano del Nuevo Orden Mundial

“Un mundo sin emisiones es necesario, pero no a través de un poder global de control geopolítico.

Por Marcos Mesa

Una prueba que hemos tenido recientemente de que el Acuerdo de París no solo es una respuesta a la preocupación por la contaminación y las emisiones ha sido que el abandono de dicho pacto por parte de EEUU casualmente ha contado con la oposición de las grandes multinacionales estadounidenses y del 69% de los ciudadanos del país, según una encuesta de la Universidad de Yale.

¿Por qué las multinacionales de EEUU se oponen al abandono de dicho pacto? ¿De repente las multinacionales más depredadoras del planeta se han vuelto solidarias y respetuosas con el medio ambiente? Desde luego no es así; en realidad dichos acuerdos esconden algo más que hacer frente a una amenaza climática o una desertización, muy posiblemente esconden la intención en 2030 de la puesta en marcha de una legislación mundial para la erosión de la soberanía nacional de los países.

Cuando la OMS demostró y alertó que la combustión del diésel era un peligroso agente cancerígeno, Ségolène Royal, ministra de medio ambiente del Gobierno de Francia, dijo que la ciudadanía debía ser pragmática y que no se podía prohibir de repente la circulación de los vehículos diésel, postura que iría cambiando cuando años más tarde se conocerían los casos de ocultación de datos por parte de las corporaciones fabricantes de vehículos como Renault, Volkswagen o Fiat Chrysler (en Estados Unidos). Por lo visto ahora Francia, después de tener más de tres multinacionales fabricantes que ocultaron las emisiones, será la abanderada de los compromisos climáticos por medio del sirviente (iluminati) Rothschild Macron .Ver para creer.

Algo extraño hay cuando los mismos políticos que, sin consultar a las ciudadanas y ciudadanos, nos obligan a firmar tratados de libre comercio como el CETA o el TTIP -que fagocitan nuestra soberanía y eliminan nuestros derechos-, son los mismos que quieren cumplir los compromisos del acuerdo climático de París... e incluso recriminan a las naciones que no lo quieren cumplir como si fuesen autoridades morales ¿Por qué? ¿Nadie se lo ha preguntado todavía?

Muy fácil, las élites globalistas saben que para llegar a cumplir esos objetivos es necesaria una legislación mundial que permita el control de las decisiones económicas globales y eso encaja a la perfección con la creación de un mundo organizado y controlado por un Gobierno Global mucho más eficiente que la ONU y en el que las naciones y parlamentos no puedan decidir (o estén de adorno, como el Parlamento Europeo). ¿Es difícil de creer? Puede ser, pero también lo hubiese sido en su día si hubiésemos contado el funcionamiento actual y escasamente democrático de la unión europea que tenemos hoy.

Lo que sí cuesta verdaderamente mucho creer es que la unión europea, la gran abanderada de la Conferencia de París, consiga la reducción de un 40 % de emisiones como se propone si no es deteriorando su tejido productivo y en consecuencia por medio del desempleo de su población y del crecimiento cero, algo en que francamente sí ha demostrado no tener rival, con el autoritarismo del infame ajuste de déficit o la promoción de privatizaciones como la venta del puerto griego del Pireo a China (por ejemplo).

Una élite mundial utilizará la amenaza climática como subterfugio y baluarte donde escudar la adopción de leyes internacionales que resten libertad y derechos bajo el temor climático manipulado por dicha élite, desde el histórico de datos meteorológicos (Climate gate) hasta el ascenso de líderes morales para unificar a las naciones en una lucha común, la del Nuevo Orden Mundial.

No hace muchos años prevalecía un acuerdo para hacer frente a la amenaza climática, un acuerdo político para contaminar menos y en consecuencia desindustrializar economías. Se trataba del protocolo de Kioto que fue inicialmente adoptado el 11 de diciembre de 1997 en Kioto, Japón, pero no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005.

Comprometía a los países industrializados a estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero, que son el resultado de quemar fósiles combustibles durante más de 150 años. En noviembre de 2009, eran 187 estados los que ratificaron el protocolo. Curiosamente a China, por ser una economía en desarrollo, no se le exigió cumplir dicho pacto ni tuvo nunca las presiones políticas que sí han sufrido otras naciones, como por ejemplo EEUU.

China nunca estuvo ni está actualmente por la labor de acometer recortes de gases invernadero en términos absolutos con el anterior pacto, el de Kioto, y en ningún momento ha sufrido presiones políticas ni dialécticas por parte de otros estados como ahora las recibe EEUU.

El Protocolo movió a los gobiernos a establecer leyes y políticas para cumplir sus compromisos, a las empresas a tener el medio ambiente en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre sus inversiones, y además propició la creación del mercado del carbono (la compra y especulación con los derechos de contaminación de otros países). Países como EEUU, Rusia y Canadá o, sin irse más lejos, España han sido grandes incumplidores del pacto de Kioto para la reducción de gases. Realmente fue el acuerdo que todo el mundo quería cumplir pero en la realidad nadie lo hizo incluido China, pues ocasionaba grandes deterioros al crecimiento de la economía nacional. Se puede decir que realmente el Protocolo de Kioto fue un rotundo fracaso.

 Una vez terminada la vigencia del Protocolo de Kioto en 2020 llega un nuevo acuerdo que es el ACUERDO DE PARÍS, un nuevo instrumento del Nuevo Orden Mundial para la imposición de leyes globales que afecten al desarrollo y soberanía de todos los países del mundo en dirección a un control Global.

Los principales objetivos visibles y oficiales del acuerdo son los siguientes (sin incluir los objetivos político-globales):

  • el objetivo a largo plazo de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C sobre los niveles preindustriales
  • limitar el aumento a 1,5 °C, lo que reducirá considerablemente los riesgos y el impacto del cambio climático
  • que las emisiones globales alcancen su nivel máximo cuanto antes, si bien reconocen que en los países en desarrollo el proceso será más largo
  • aplicar después rápidas reducciones basadas en los mejores criterios científicos disponibles.

A diferencia del tratado anterior, el Acuerdo de París no es vinculante; así, los países pueden cambiar sus planes según la situación interna. La expectativa es que las políticas y las metas sean reforzadas con el tiempo por medio de la diplomacia y de la presión social, (creación y financiación de movimientos sociales de presión, lo que en otras palabras puede incluir a paramilitares entrenados con disfraz de manifestante, servicios de seguridad y fuerzas de presión que fuercen golpes de estado blandos).

España ha sido siempre un país (al igual que muchos otros) que ha ratificado compromisos pero luego siempre se ha alejado de cumplir los objetivos mediante hechos. La dialéctica en los próximos meses será la siguiente: se hablará de países  irresponsables criminalizando por medio de la prensa corporativa a las naciones que incumplan las leyes y las políticas climáticas para proteger su crecimiento y consumo, estén de acuerdo con el pacto o no; se organizarán movimientos de protesta y presión social que instiguen la tensión mediante agentes infiltrados sobre el terreno. En 2025 se pretende evolucionar hacia un acuerdo aún más ambicioso (que aún no nos han contado y puede que no nos cuenten) y particularmente la unión europea pretende llegar al 40 % de emisiones en 2030.

Desde luego un mundo sin emisiones es necesario, pero no a través de un poder global de control geopolítico. La unión europea, su moneda y su banco privado ya son suficientes piedras como para plantearse volver a tropezar.

 

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