
Muere el legendario literato Francisco Nieva, conocido por su mejor faceta: la de dramaturgo sin pelos en la lengua ni pared por delante. Nieva cuando escribía teatro pensaba en el escenario. Sus obra podían no gustar pero daban en el clavo al retratar en nuestro pasado, a la manera Valle-Inclanesca, aspectos de un presente que no le gustaba. Compositor (no musical) por escrito de un teatro desmesurado, elegante y furioso el autor de “Los españoles bajo tierra” nos mostró que era posible combinar la sátira, la poesía y esa tradición de la autocrítica y la sátira de costumbres en las altas yno tan altas esferas.
“Tengo el alma rojeras” dijo una vez Nieva que también escribió dos o tres novelas ambientadas en ese Barroco cercano al cine fantástico al que homenajeó en su versión de “Nosferatu”, una obra para un gran escenario y una mente capaz de comprender todas las claves. Republicano y anti-clerical, sigue siendo un autor poco comprendido por sus propios conciudadanos, poco dados a mirarse en el espejo del callejón del gato ni a cuestionar dogmas. Nieva, poco querido por la derecha, mordaz anarco-deseante de pluma afilada, mostró que las elites no desaparecen sino que se trasforman.