Por Marcos Mesa
“En 2020 Europa será una gran potencia comercial” con estas palabras Jaques Chirac, el que era presidente de Francia y más tarde imputado por corrupción, vaticinó un futuro glorioso y épico para esa orgía de países que anteriormente unieron sus destinos por sus intereses en el carbón y el acero; al mismo tiempo lavaron su imagen con la paloma de la paz y la ramita de olivo. Con la salida de Reino Unido de la “unión” el polémico premio Nobel de la Paz 2012 “unión europea” goza a día de hoy de una estrella menos, lo que perpetúa aún más la influencia de ese estado federal alemán (reconstruido por EEUU, tras la guerra) y su moneda, el marco alemán disfrazado de euro.
Lejos queda el vaticinio, que no sueño (más bien pesadilla), de esa gran potencia capitalista tras las consecuencias de su deriva neoliberal, una recesión que no termina, una Francia que resiste pero que dentro de poco no la va a reconocer nadie, y de un “crecimiento, recuperación y unión” que solo aparece en los titulares de los periódicos y seguirá apareciendo incluso hasta que los mismos dejen de tener dinero para imprimirse sobre papel. Las mentiras, no obstante, no cesarán aunque no haya tinta ni se pueda pagar a empleados que las escriban; larga vida a Europa, corta vida para esa entidad supranacional que usurpa su nombre y deteriora la vida de sus pueblos poniendo su destino en manos de cuatro bancos.