Entrevista con Jorge Contreras Soto autor del libro fotográfico ” Los guardianes del Puerto de Pandetrave”

Jorge Contreras Soto es fotoperiodista que se formó en Burgos estudiando los Grados Superiores de Realización Audiovisual e Iluminación, Captación y Tratamiento de la Imagen.
Muy joven comenzó a entender la importancia de comunicar de forma propia e independiente con las inquietudes y protestas vecinales de su barrio de Gamonal, ante la información tergiversada, contradictoria e interesada de los medios de comunicación subvencionados y convencionales, y  con 15 años hace la primeras exploraciones fotográficas del entorno con su Canon. Dedicado a la fotografía documental y fotoperiodismo, Jorge Contreras busca el retrato de cerca, de las historias que él considera con esencia, que “digan algo” y siempre desde el ángulo humano, natural y genuino. Ha colaborado como fotógrafo y videógrafo en diferentes medios y continua su trayectoria investigando y plasmando en fotos la triste e inevitable desaparición del medio rural y sus tradiciones y en 2021 publicó “Enraiza: una cuestión de raíces”, una revista en la que conversa con personas de los pueblos y  un pasado vinculado a la agricultura y a la ganadería. En 2022 decide estudiar de cerca las emociones que emanan de las personas que trabajan en la trashumancia, llevándole a la altas montañas del Puerto de Pandetrave, en la provincia de León. Al año siguiente se centra en la edición de todo lo recopilado y dar a luz a su proyecto fotográfico “Los Guardianes del Puerto de Pandetrave”, los pastores de ganado José y Juan José, los Josés.

 

¿Cuándo comenzó tu interés por la fotografía de la trashumancia?
Empezó tras publicar “Enraíza: una cuestión de raíces”, una revista sobre la vida en el mundo rural y las personas que trabajan y viven en él. La trashumancia me llamó especialmente la atención al verla como algo casi residual y poco documentado en la actualidad. Al buscar información sobre ella en las redes, descubrí que ya no existía en Burgos, pero se iba a hacer una trasterminancia en León, desde Prioro hasta Pandetrave, lo cual me animó a emprender esta aventura.
¿Cuánto tiempo acompañaste a los protagonistas del libro?
A lo largo de dos años, fueron en total 20 días, divididos en estancias de 3 y 4 días cada vez para poder capturar de cerca el día a día y las experiencias que viven.
¿Dónde dormías y cómo fue adaptarse a esas condiciones tan duras?
La primera vez dormí en una tienda de campaña junto al rebaño de ovejas y los perros. Las noches se hacían largas: los perros no dejaban de ladrar y moverse de un lado a otro, y el sonido constante de los cencerros hacía imposible descansar del todo. En las siguientes subidas  al Puerto nos quedábamos junto a caminos y pude dormir en la furgoneta, lo cual fue un alivio, ya que ofrecía algo más de resguardo, sobre todo del frío.
¿Consideras que ser pastor trashumante es un trabajo duro? ¿Por qué?
Sí, es un trabajo muy exigente: exige estar pendiente las 24 horas del día. Es diferente a tener a las ovejas en una tenada; aquí están al aire libre con pastores eléctricos improvisados, y hay que vigilar continuamente. La jornada empieza y termina con las
horas de sol, como hace 50 años. En este puerto, además, las condiciones eran especialmente duras, ya que dependían de los manantiales para el agua, debían
desplazarse para conseguir cobertura para el móvil, no tenían opción de ducharse, y la electricidad era muy limitada en el chozo. Ellos pasaban un 80% del tiempo durmiendo en la tienda, lejos del refugio.
¿Con qué dificultades te encontraste al desarrollar el trabajo?
Al principio es difícil fotografiar porque ellos necesitan tiempo para adaptarse, pero en esos 20 días no encontré grandes problemas. Los Josés fueron amables y cercanos, lo que facilitó el proceso.
¿Sigues en contacto con ellos?
Sí, solemos llamarnos cada mes o incluso con más frecuencia; mantenemos ese vínculo y preocupación mutua.
¿Qué es lo que más te impresionó de esta experiencia?
Las condiciones en el Puerto de Pandetrave, como comentaba, son extremadamente duras, y esa fue una de las cosas que más me marcó.
También me impactó la resiliencia de ambos pastores y su compromiso con el trabajo. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para pasar cinco meses en esas condiciones.
¿Hubo algún momento incómodo, como fotógrafo, en el que notaras que ellos no querían ser documentados?
En general, no tuve problemas, salvo en una de las últimas subidas a la montaña, cuando uno de los Josés me pidió que dejara de fotografiarlo y que me centrara en las ovejas, ya que él no se consideraba importante. Le expliqué que para mí tanto el pastor como el rebaño eran igualmente esenciales, que uno no estaría sin el otro.
Quieres dar a conocer este trabajo a través de un libro de fotografía. ¿Qué obstáculos has enfrentado para hacerlo realidad?
Partir desde cero es complicado, ya que necesitas informarte mucho previamente. He tenido la ventaja de saber maquetar, algo que he asumido yo mismo, pero uno de los principales retos ha sido dar a conocer el proyecto y encontrar apoyo en instituciones.
Muchas muestran interés, pero luego te dan largas. Sin embargo, algunas, como la Fundación Oxígeno y el Ayuntamiento de Aranda de Duero, apostaron por el proyecto desde el principio.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Tengo dos en mente. Uno es documentar los últimos vestigios del mundo pasiego en Burgos; está siendo muy complicado, ya que es difícil encontrar gente dispuesta a presentarme a otros, pero la idea es capturar el día a día en las cabañas de quienes aún mantienen ganado. El otro proyecto es crear un archivo gráfico de los pastores de la provincia, con pequeñas biografías.
¿Estás satisfecho con el trabajo realizado?
Sí, creo que hemos logrado el objetivo principal: visibilizar y poner en valor la cultura pastoril

 

Un comentario

  1. Excelente entrevista y excelentes fotografías. A seguir así

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