Burgos Dijital quiere estar cerca de la Caravana a Grecia por los refugiados y por ello tenemos el interés de ofrecer a nuestros lectores la experiencia personal y directa de una persona que está viviendo el día a día en los campamentos de refugiados y que quiere trasladarnos a modo de diario de abordo su experiencia personal.
Ella es Patricia Rodríguez Olalla: activista de la PAH y de Amnistía Internacional en Palencia, concejala por “Ganemos Palencia”, representante sindical en el sector público por CGT y miembro de PLADEPU (Plataforma en Defensa de lo Público de Castilla y León).
Advertimos que no trataremos de hacer una crónica periodística, aunque no por ello menos veraz, sino una transcripción literal de las vivencias personales de nuestra colaboradora.
Martes, 19 de julio de 2016
Soy una de las pocas personas que van a poder visitar el campo de Orikasto, un centro temporal o “relocation camp”, en teoría.
Dentro de un hangar inmenso se alinean 250 tiendas tipo ACNUR, es decir jaimas grandes con capacidad para unas 8 personas. En cada jaima vive una familia y se calcula que hay unas 1.700 personas .
Hay muchos niños correteando de un lado para otro. La gente es amable y responde sonriente a nuestros saludos en árabe. Tengo la suerte de encontrar a una mujer muy amigable y que habla inglés.
Se llama Bethule. Me invita a sentarme con ella y con su vecina de tienda Noal. Son de Alepo y ambas tienen niñas pequeñas.
Empiezo haciendo preguntas generales, pero cuando veo que está dispuesta a contarme su historia, entro en materia. Ambos son universitarios: estudiaron Económicas. Ella trabajaba en una oficina y su marido era jefe de una sucursal bancaria. Cuando un bombardeo mató a 7 personas de la familia de su cuñado, entre otras tres niños muy pequeños y una mujer embarazada, en ese momento es cuando el hermano de su marido les dijo “tenéis que iros de aquí” y comenzó su odisea.
Primero tuvieron que viajar en autobús desde Alepo a la frontera en Turquía durante dos días. Allí estuvieron esperando otros dos días para poder pasar la frontera. A continuación, y de noche, caminaron durante 5 horas para atravesar la frontera sin ser vistos y en total silencio: llevando en brazos a sus niñas y rezando para que no lloraran (la mayor es una linda niñita de 4 años e inmensos ojos negros llamada Sham, la pequeña es un bebé de pocos meses).
La siguiente fase de la travesía era cruzar el mar. Para ello estuvieron esperando buenas condiciones marítimas durante 20 días alojados en un hotel. Hasta en 4 ocasiones lo intentaron pero no fue posible. Al final, el hombre encargado de hacer la travesía les dijo “o vais esta noche o ya no vais a poder ir, última oportunidad”, y a pesar de que el mar estaba picado, esa noche probaron suerte.
En ese punto no quiso seguir hablando, no quería mencionar nada más del asunto, su silencio era elocuente. Yo tampoco quise forzar la conversación.Su vecina Noal no habla desgraciadamente inglés e intercambio con ella las pocas frases de cortesía que sé decir en árabe. Pero su lenguaje no verbal es muy expresivo.
Bethule me cuenta, de nuevo, que Noal vio morir a su marido en Siria y ha tenido que viajar sola con sus dos niñas: Isdra, de 10 años, y la pequeña de 6. Es una mujer muy fuerte, una auténtica “habiya”.Les pregunto si han visto salir de aquí alguna familia y me dicen que sí. En concreto tres, previo pago de 1.300 euros por persona que pudieron viajar a Hungría y Bulgaria. El resto no tiene poder adquisitivo suficiente para moverse, su único futuro es que la guerra acabe para poder marcharse. Les pido que por favor se mantengan fuertes y no pierdan la esperanza. Les cuento que precisamente las 300 personas que hemos viajado a Grecia tenemos como misión ser altavoces de sus testimonios y que el resto del mundo no olvide la vergüenza de las personas refugiadas. Como datos positivos, destacar que hay una escuela organizada dentro del campamento dónde acuden niñas y niños de 6 a 10 años.
Isdra es una de sus alumnas aventajadas y se presta a hacer de guía para enseñar la “madraza”. Intentamos hablar con las tres personas voluntarias pero sólo una habla inglés y está desbordada de trabajo porque hay muchos niños. Mohamed es un joven de veintitantos años, muy desenvuelto, un líder nato. Es una especie de mediador social. Conoce a todas las personas del campamento e interviene cuando hay problemas. Habla muy bien inglés y algo de español. Me cuenta que por cada voluntario francés o alemán, hay 10 voluntarios españoles y se llevan muy bien con todos.
Pregunto más por temas de organización interna y me dice que es inexistente, por eso gente como él intentan que haya un mínimo de cohesión. Ésto se lo comento a Bethule, que sería muy interesante que las mujeres se conocieran entre ellas y hablaran e intercambiaran vivencias, pero me responde que su territorio acaba a cada lado de la jaima y como mucho se comunica con su vecina Noal, poco más…
Hasna es una chiquilla de unos 16 años. En Alepo era estudiante y le gusta mucho leer. Vive con su madre y dos hermanos en otra de las jaimas. Están buscando la forma de reencontrarse con su padre , que vive en Alemania. Pero no es tan sencillo porque la única opción es que el padre consiguiera ahorrar lo suficiente para hacer el viaje hasta el campamento y llevárselas con él.
Su historia es muy similar a la ya narrada y me doy cuenta que todas las odiseas de cada una de estas personas son una sola, llena de dolor, sufrimiento y renuncias. En su caso y el de su vecina Shahira, una mujer viuda con una nieta pequeña a su cargo porque la madre murió en Siria, la última parada antes de acabar en Orikasto fue Idomeni.
Relatan colas interminables de 4 y 5 horas para recibir una pequeña porción de comida, a veces el único alimento en todo el día. Hasna tampoco puede salir del campamento: no tiene los 4 euros para viajar a Tesalónica, apenas posee ropa para cambiarse ni jabón para poder tener una higiene adecuada, pues cuando hizo el viaje desde Alepo era invierno y sólo llevó consigo dos “cositas” de verano. Ahora mismo hay una temperatura de 35 grados.Me tengo que despedir de todas estas personas con la promesa de contactar con ellas a través de las redes sociales y mandarles las fotos y esta crónica traducida al inglés.
Es hora de partir, en el autobús de vuelta unos chicos de Tesalónica que han viajado por todos los campamentos nos cuentan que este es el mejor que conocen. A poca distancia está por ejemplo el de Softex, un campo dónde han mezclado a gentes de diferentes sitios: afganas, iraquíes, sirias, kurdas… y eso es una bomba de relojería que cada poco tiempo estalla, sin intervención de la policía. Además es un campo que no reúne las condiciones higiénicas adecuadas, ya que al lado hay una especie de ciénaga y los olores con el calor estival son insoportables.
Noal, Indra y Bethule. ¡¡Hasta siempre!! ¡¡Os llevo en el corazón!!
Miércoles, 20 de julio de 2016
Visitamos dos campos de retención: Paranesti y Xanthi. Todo el camino por carretera vamos “escoltados” por un coche de la policía. Cuando uno de los dieciséis autobuses pincha y deja tiradas a 50 personas hasta que venga otro, la policía no sabe qué hacer. Al igual que cuando otros dos autobuses toman mal el desvío y se van por otra carretera. Les desconcertamos sin planearlo aunque ellos piensen que es una estrategia premeditada para despistarles y perderles de vista.
Ayer ocurrió lo mismo en la “mani” por los refugiados y “antifa”: hubo un momento al final en que la gente de Euskadi se separó para reivindicar ante la embajada suiza un tema no relacionado con la crisis de personas refugiadas, entonces las UIPs fuertemente pertrechadas se mueven en masa frente a ese movimiento y dejan tranquila la “mani” por unos minutos hasta que llegan refuerzos.
Llegamos a Paranesti. Somos cerca de 1.000 personas de colectivos variados (anarquistas, antifascistas, ONGtistas y todos los “istas” del mundo) juntos por una misma causa. Pienso que es un gran momento y que siempre debería de ser así, que tendrían que unificarse las luchas y darnos cuenta de una vez que el enemigo nos quiere divididas.
La marcha desde el pueblo hasta la cercanía del centro transcurre en tono festivo mientras un helicóptero cada vez volando más cercano nos observa desde arriba. Delante va el “black block” y “Beyond Europe” que impresiona por lo numeroso y por la uniformidad de sus componentes, todos jóvenes y de negro. Tras ellos marcha la gente de “No border”, más variada en su indumentaria, y atrás vamos nuestra caravana dónde la diversidad es total, con gentes de todo tipo, aspecto y edades.
La entrada del centro se ha bloqueado, hay mucha policía y una “lechera” atravesada: el paso está cortado. Tras mucho dialogar nuestras anfitrionas de Grecia con el militar responsable del centro de detención, siempre con una fuerte presencia policial, se consigue que acceda una delegación compuesta por personal médico y legal, nada de periodistas u otro tipo de profesiones.
Unas 20 personas de la caravana acceden al recinto con aspecto de cárcel y rodeada de concertinas, y las demás estamos fuera con las pancartas cantando y coreando consignas mientras que en el “Bloque Negro” hace rato que mucha gente se ha colocado los pasamontañas.
Se enciende un “ampli” y por un momento el ambiente se relaja con la música ska…
Alguien de “Beyond Europe” nos avisa que cuando salga la delegación nos juntemos toda la caravana atrás y en el centro de la calle para ir retrocediendo hacia el pueblo por si monta gresca… Nunca se sabe pues cualquier detalle puede ser una provocación para la policía, aunque hasta ahora se han mostrado tranquilos.
Nuestras compas salen emocionadas, explican que hay unos 300 hombres de 18 a 35 años y diversas nacionalidades (Pakistán, Bangladesh, Marruecos, Argelia…), que están confinados en barracones durante 6 meses, el tiempo máximo que se les puede retener, y después algunos quedan en libertad y otros son deportados pero nadie sabe cual es el criterio para una opción u otra.
Siguen contándonos que las condiciones higiénicas parecen adecuadas pero sólo pueden hacer una comida al día y al siguiente día dos porque reciben 5,8 € al día y el rancho cuesta 3. Si están enfermos deben de esperar a que acuda el médico, que viene tres veces a la semana y parece ser que todo lo arreglan con paracetamol. Aunque en este punto, una de las personas con la que pueden hablar explica que tuvo apendicitis y le atendieron en seguida y bien. Todo el tiempo se comunican a través de las rejas, no hay contacto personal. ¿Y todo para qué? Cómo advirtió alguien para deshumanizarlos.
Vamos llegando al pueblo y afortunadamente no pasa nada.
Después vamos al campo de Xanthi. A la llegada la imagen se repite: helicóptero sobrevolando la zona y la entrada bloqueada por una “lechera” y 25 antidisturbios.
La gente empieza a arremolinarse y una gran pancarta desplegada delante de las UIPs les impide ver directamente como están rompiendo las alambradas. A la vez otros pintan grandes graffitis y un tercer grupo ha subido al edificio frente a la entrada del centro y han desplegado grandes pancartas.
La situación se va calentando por momentos: ahora ya no hay música ska ni negociación para que entre una delegación. En un momento dado los anarquistas, que van con la pancarta grande y van sin pasamontañas, se hacen a un lado y los nuestros se dan cuenta que debemos hacer lo mismo y retirarnos. Y efectivamente, poco después la policía empieza a lanzar botes de humo y echamos a correr, con tan mala suerte que el viento va en esa dirección y el resultado son varias personas con picor de ojos, nariz y oídos.
Poco después el resto de la gente va hacia ese lateral del centro y los más “radicales” comienzan a romper la valla y a entrar poco a poco. Al final entran cientos de ellos y se van aproximando poco a poco hasta los antidisturbios que ahora han triplicado su número y están todos juntos. Consiguen quedarse a unos 50 metros, mientras que el resto de la manifestación desde fuera canta consignas y aplaude, al igual que la gente internada en el centro.
Tras media hora eterna en la que nada pasa, pero en la que tenemos la sensación de que de un momento a otro van a cargar contra ellos, al final van saliendo poco a poco y acaba “su” acción, pues creo que nada se habló de hacer algo así. Esto me hace reflexionar sobre los métodos cuando una protesta es pacífica y cuando deja de serlo…
Jueves 21 julio.
Tras una asamblea decisoria, nos vamos a Idomeni a hacer una performance en los alrededores de la estación de tren. Por hacer un poco de historia reciente, Idomeni fue un centro de detención de refugiad@s junto a la frontera con Macedonia, pero se cerró, militarizándose la zona para evitar el acceso a población civil, y la gente en teoría fue reubicada en otros campos.
Se dice que aún quedan familias escondidas en los bosques, en tierra de nadie tomada por los militares, no sé qué pensar pero mientras escribo esto me recorre un escalofrío. Hace pocos meses, hubo una protesta pacífica exigiendo condiciones más dignas, que acabó con la entrada de policía macedonia “a las bravas” en territorio griego, unas 700 personas del campo heridas (también mujeres, niños y niñas que ni tan siquiera estaban en la manifestación) por cargas de ambas policías, y amenazas a voluntarios médicos que atendieron a estas personas ante la pasividad de las ONG institucionales, que según los testimonios de algunas presentes, no hicieron nada. Estos hechos fueron un escándalo pero pocos medios se hicieron eco, básicamente lo conocimos por contactos directos que trabajaban allí voluntariamente.
Pienso que es una de las razones por las que el gobierno griego -y todos los gobiernos en general- no quieren gente voluntaria ni otros testigos incómodos, y seguramente eso impida que podamos llevar a cabo hoy la acción en el lugar previsto.
Salimos cuatro autobuses y como es tradición, todo el camino por carretera vamos “escoltados” por un coche de la policía. Poco antes de llegar, una lechera atravesada en la carretera y varios policías nos impiden continuar. Ni tan siquiera nos dejan grabarlos y uno de ellos en un inglés macarrónico obliga a un compañero a borrar fotos, algo ilegal puesto que en Grecia se permite tomar imágenes de los agentes de la autoridad. Tras una “negociación” bastante asimétrica, les arrancamos la migaja de poder hacer la performance en el puente que queda a un kilómetro del antiguo campo.
Hay diversas opiniones pero se sigue adelante con el plan inicial. Se hace la actuación, y después hay un amago de intentar atravesar la primera barrera (hay otra barrera detrás con lechera y unos quince UIP) pues un grupo de unas cien personas quedamos cara a cara frente a la barrera policial y durante unos diez larguísimos minutos las fuerzas se equilibran y tengo la sensación de que algo puede cambiar, mientras cantamos “Europa canalla, abre la muralla” y “Open the borders!” Pero nada pasa y al final nos damos la vuelta, acabando la acción tanto la oficial como la accidental, bajo las sonrisas indisimuladas de la policía.
Testimonio de otra participante en la Caravana. Masiva Manifestación en Idomeni: Muchas sensaciones, una misma voz que grita contra la ignominia que está permitiendo Europa, tanto sus políticos- títeres como parte de sus ciudadanos autistas y complacidos. Estamos asistiendo aquí y ahora a un lento despertar de conciencias, jóvenes de negro preparados para actuar, organizados, manifestando su rabia y dispuestos a reivindicar los derechos humanos a su manera, graffiteando. Refugiadas, refugiados, familias que pudieron acudir a la mani y numerosas buenas gentes, pacíficas de todos los rincones formaron una piña gigantesca unidos un un mismo deseo y grito: ¡¡¡OPEN THE BORDERS!!!! ¡¡¡NINGÚN SER HUMANO ES ILEGAL!!!
Etapas anteriores de la Caravana: