Por Burgos Dijital
Ochenta años después del asesinato de Ildefonso González Zárate, hoy se le ha recordado en la localidad de Ibrillos (Burgos), en un precioso y conmovedor homenaje promovido por su nieta María Angeles. Han acudido varias personas cercanas a la familia, conocidos, amigos y personas de la Coordinadora para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos así como el alcalde de la localidad de Ibrillos, algunos representantes políticos de IU y PSOE, y el primer concejal por el Partido Comunista en la primera legislatura en Belorado que ha dirigido unas palabras a las personas que han asistido.
Mochón era el apodo de Ildefonso, así era conocido, un jornalero instruido en la Casa del Pueblo y concejal de Belorado que tuvo que huir al monte junto con otros compañeros, asustados ante el terror impuesto por el golpe de Estado fascista, creado por los militares que pregonaban que ” todo aquél que no pensara como ellos debía ser fusilado”, terror creado en las comarcas para dar la sensación de dominio, provocar el sometimiento y la represión. El general Mola entonces era el encargado de dirigir estos avances militares.
Fue un 24 de de julio de 1936 cuando por la mañana Ildefonso dejó por unos instantes a sus compañeros en el monte y se acercó al pueblo de Ibrillos para pedir algo de comida porque Mochón era una persona conocida y bien considerada en la zona, toda su familia trabajaban como jornaleros en el verano. Pero fue a la entrada del pueblo, en la curva del camino que da con la primera calle, cuando unas personas de paisano le apresaron, aún puede quedar alguna persona mayor que relata cómo fue, “ahí en la curva fue”.
A las 3 de la tarde Mochón falleció, y según reza el acta de defunción “falleció en Ibrillos el 24 de julio de 1936 por disparos de arma de fuego”. Lo asesinaron por pensar diferente, tal y como había dictado el general Mola a sus militares.
No hubo entierro digno, no se conoce dónde lo llevaron, impidieron en todo momento el acercamiento de la familia a su cuerpo sin vida. Tras su muerte, su mujer e hijos sufrieron el miedo, sus días en la cárcel, palizas, y el olvido del resto de los paisanos. Tuvieron que callar siempre, siempre mirando quién andaba a su alrededor, quién llamaba a esas horas a la puerta de casa con tanta violencia. Siempre con el “callad, a ver si nos van a oír”.
Su viuda Bibiana falleció en Francia. Una de sus hijas, Isabel, falleció con 99 años y se llevó con ella la pena de no conocer dónde estaba enterrado su padre, le recordaba “era un hombre bueno”…..”siempre estaba en la Casa del Pueblo y leía mucho”….”solo sabía que ayudar y preocuparse por los demás”.