El 13 de diciembre, después de casi 4 años y medio de la división de la ciudad, la parte este de Alepo vuelve bajo el control del régimen de Damasco. Cae la Alepo de la Universidad de la revolución, la del consejo local y de emisoras libres como Radio Hara o Nasaem Souria.
Cae la Alepo heroica que en agosto había roto del primer asedio que le había sido impuesto gracias a los civiles que habían creado una zona de exclusión aérea con una manta negra de centenares de neumáticos quemados para oscurecer el cielo e impedir los bombardeos.
La batalla por la que era la ciudad más poblada de Siria y una todavía de las más antiguas del mundo, ha concluido con 4 meses de asedio y 3 semanas de incesantes bombardeos por parte de las aviaciones siria y rusa, mientras sobre el terreno avanzaban las tropas del gobierno, flanqueadas por el libanés Hezbollah y decenas de milicias irregulares sirias, iraquíes y otras apoyadas por Irán.
No se ha ahorrado ningún arma, a excepción de la atómica: desde los misiles balísticos a los antibunker, desde las armas químicas a los barriles y bombas de racimo. La parte este de la ciudad ha sido gravemente destrozada, con daños incalculables al patrimonio artístico, como muestran los numerosos videos en las redes de lo que ha quedado de la ciudad.
La ofensiva sobre Alepo se ha intensificado después de la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses: el presidente electo nunca ha tenido secretos en su aprecio por la política exterior del Kremlin y ha señalado más veces en el régimen de Bashar al-Asad un valioso aliado en la lucha contra el terrorismo, a pesar de reconocer su naturaleza dictatorial.
El 14 de noviembre tenía lugar la primera llamada telefónica entre Trump y Putin, y el 15 ya se iniciaba el ataque final contra l@s casi 300 mil civiles asediad@s en la parte este de Alepo y los 25 mil combatientes encerrados junto a ell@s.
Las imágenes y las crónicas, desgarradoras, de los medios sobre el terreno han contado antes la destrucción de todos los hospitales, luego de las infraestructuras, después los bombardeos en las zonas residenciales. Hablan, en informes considerados creíbles por la ONU, del avance de las milicias pro-Assad, de rastreos, ejecuciones sumarias, violaciones, bombardeos sobre columnas de civiles a la fuga. De mujeres que piden a maridos o hermanos ser asesinadas antes de acabar en las manos de milicianos leales al régimen.
Del otro lado de la ciudad denuncian la lluvia de cohetes de fabricación casera disparados de manera indiscriminada por los grupos rebeldes, que también han golpeado escuelas. En este último mes se han alternado anuncios de apertura de corredores humanitarios, escuchados con desconfianza por los habitantes del este de Alepo, y lanzamiento desde aviones de amenazantes panfletos que invitaban a elegir entre rendición o muerte, así como acusaciones a los milicianos anti-Assad de hacerse escudo con l@s civiles.
El pico de la violencia se alcanzó la noche del 12 de diciembre, cuando el territorio bajo el control de los rebeldes ya se había reducido a 2 km2 en los que se estima que al menos 50 mil personas habían sido encerradas. En las redes sociales, l@s activistas que han contado la vida y la batalla de Alepo, pidiendo a tod@s manifestarse por la salvación de la ciudad, ahora escriben mensajes de despedida agradeciendo a quien ha dedicado tiempo a expresar solidaridad y amplificar sus voces: “Éste probablemente es nuestro último mensaje. Gracias a quien ha estado a nuestro lado, rezad por nosotr@s. Estamos a la espera de la muerte o de ser capturad@s, deseando la primera hipótesis. En cualquier caso, todavía tenemos nuestra dignidad”.
Algun@s todavía esperan, pidiendo que escriban a los ministerios de Exterior, a las Naciones Unidas, manifestarse ante las embajadas rusas, lo que ya ha sucedido en numerosas ciudades. “Tod@s están callad@s, ¡no les dejéis dormir! Hacedlo ahora porque mañana será demasiado tarde” era la última y desesperada llamada de quienes hablan mientras Alepo arde. De las publicaciones de los activistas transpira la desilusión e indignación por el silencio internacional: esta vez no es como en Ruanda, en Sabra y Shatila, en Srebrenica. Esta vez las paredes del gueto de Varsovia son transparentes y las calles bien iluminadas para que tod@s las vean.
Ahora para las y los siri@s es el momento del dolor y la rabia. Por los carruseles de quien en las zonas fieles al régimen festeja las masacres de los últimos días. Por el inmovilismo de l@s revolucionari@s sobre los otros frentes y en particular en el sur, junto a Daraa, cuyos habitantes habían pedido moverse para obligar a las fuerzas leales a dividir el esfuerzo bélico aligerando la presión sobre el norte. Y por el inmovilismo de la comunidad internacional, por su indiferencia: “No podemos creer que los países más poderosos del mundo no puedan organizar ayuda para salvar a 100 mil almas atrapadas en 4 km2”.
Entre las y los siri@s de la diáspora en solidaridad con la revolución es en cambio el momento de las reflexiones y del miedo por el futuro inminente. Se nos pregunta cuál va a ser la próxima localidad presa de los objetivos y obligada a la rendición, mientras tanto el proyecto de una Siria democrática, basada en la libre voluntad popular y el estado social de derecho, patria para todos y todas, parece cada vez más lejano. La prioridad hoy es la de contener las pérdidas humanas.
Mientras escribimos, el anuncio del acuerdo entre combatientes anti-Assad y Rusia para un alto el fuego para evacuar a la población de Alepo, que parecía tardar unas horas, ha quedado sobre el papel. Nunca ha entrado en vigor, y los civiles se quedan, por el momento, atrapad@s en la ciudad a la espera de que las cancillerías internacionales den una señal de estar vivas.
Cuanto se ha sabido por el momento, deberían haber sido las fuerzas rusas, y no terceras partes, las que monitorizasen el desplazamiento, con Turquía como garante.
Las últimas noticias hablan de un primer grupo de heridos que estaba dejando Alepo parado en un puesto de control de milicias filo-iraníes. Otras fuentes informan de detenciones indiscriminadas de hombres que tratan de dejar los barrios asediados, acusados de pertenecer a Jabhat Fateh Al Sham (el grupo antes conocido como Jabhat Al Nusra).
Muchos civiles han quemado sus casas antes de abandonarlas, para evitar que sean saqueadas y sus bienes revendidos, como se ha visto en los últimos días en barrios reconquistados por el régimen, y antes en la vieja ciudad de Homs.
Sea cual sea el resultado militar de ese conflicto, lo único cierto es que no tendrá vuelta atrás. El proceso de cambio ya es irreversible. La sangre de tantísimas víctimas no puede haber sido derramada en vano, y antes o después alguien será llamado a responder por los crímenes de guerra y contra la humanidad de estos años. Nosotr@s, en cambio, por nuestro silencio.