“Viva” es a la vez un melodrama social y un musical desolado sobre la supervivencia de un chico gay en las calles de la parte más desfavorecida de La Habana. El filme de Paddy Breathnach no ofrece concesiones a la hora de mostrar la dificultad por la supervivencia cotidiana en una ciudad “venida a menos”, hermosa pero deteriorada hasta la miseria, donde el hambre y la desestructuración social llevan a gestos de solidaridad y ternura pero también de soledad y desamparo. Estamos ante la historia de Javier (Héctor Medina, seduciendo a la cámara desde muchos ángulos) un joven voluntarioso, tal vez demasiado resignado para la ocasión, que trabaja como peluquero y ocasional chapero para poder mantener una casa donde vive casi solo, pero pasan muchos/as.
Huérfano de madre, con un padre en la cárcel, Javier se siente cada vez más atraído por el mundo del transformismo y el espectáculo donde tiene a sus mejores amigas y acaba creando a Viva, su alter-ego en el escenario del transformismo. Pero el regreso de su padre, un ex-boxeador brutal, machista y moribundo encarnado con esfuerzo por Jorge Perrugorría (Fresa y Chocolate, Guantanamera o la más reciente “Vientos de la Habana”), combinando zafiedad y un fondo de ternura, complicará aún más la vida callejera de este joven superviviente en una aventura neorrealista algo simple en la que solo se siente realizado en un escenario de un club nocturno de la ciudad.
La película de Breathnach nos muestra los avances sociales en temas de género y sexualidad pero es poco halagüeña con la sociedad y las condiciones en la que viven los personajes y sin nombrar al régimen en ningún momento, la acción se desarrolla en una Cuba empobrecida, desencantada, incapaz de engañarse a sí misma por mas tiempo, donde casi todos/as sueñan con escapar o labrarse una vida muy diferente a la que les han deparado la suerte y el ambiente que respiran con creciente dificultad. Un filme con un esquema narrativo bastante simple, metáforas obvias y hasta bastante previsible en su desarrollo pero con algunos hallazgos fílmicos notables ten las transiciones narrativas o elipsis, la banda sonora, algunos diálogos o silencios entre el padre y el hijo y el montaje alternado o paralelo en la parte final. “Viva” muestra la belleza de las calles de la ciudad y los personajes pero también la podredumbre interior de algunos de ellos/as y la dificultad de ser uno mismo en un entorno marcado por una hostilidad, la ausencia y el rencor. En este sentido la bonhomía y el estoicismo omni-paciente del joven protagonista resultan algo lacrimógenos e irritantes pero el ritmo, la elegancia de los movimientos de cámara, la iluminación de exteriores e interiores de las casas y los lugares de recreo y sobre todo, la habilidad de Perrugorría para combinar humor y dolor, logran convertir a “Viva” en una pequeña muestra del cine social a la vez amable y sólido, blando y poco complaciente.