Por Juan Vallejo
Me viene a la mente el título de la película excelente de Giuseppe Tornatore, interpretada magistralmente por Jim Sturgess “La mejor oferta”, en la que el actor interpreta a un subastador sin escrúpulos, que, ayudado por un cómplice ( papel que borda Donald Sutherland ), iba atesorando bellísimos retratos de mujeres de todas las épocas de la pintura, hasta colmar las paredes de una estancia secreta y blindada para gozo y satisfacción de una misantropía enfermiza y obsesiva que le llevó a la ruina económica y mental. Una ambición alucinante por el arte que destruye tanto a ignorantes como a sabios.
Viene esto a cuento por el water que el Guggenheim neoyorquino ha ofrecido a través de un correo electrónico al presidente Trump. Lo ha hecho la comisaria Nanci Spector en respuesta al capricho de la melania dama, que pedía un paisaje nevado de Van Gogh.
Ante la imposibilidad, incredulidad y perplejidad del préstamo de esta delicada e invaluable pieza, que vendrá al museo homónimo de Bilbao, se le ha ofrecido al áureo y melifluo matrimonio ocupantes de la Casa Blanca, un inodoro de oro macizo, cuyo autor Maurizio Cattelan, bajo el título, Trono, quiso que durante su exposición, en él desocupasen miles de visitantes al museo, en cuyos servicios se ubicó el cagadero dorado para deleite de las colas que en él se presentaron.
Esta torre de mierda dorada que es el presidente americano, al que la raza negra se le antoja mierda negra, es un poema épico burlesco permanente. A su fantasía medieval, se le añade una corte de huríes que más que caminar levitan en torno al Despacho Oval, mientras juegan a ver qué antojo cojo para goce de su abortado magín.
Delacroix, Rothko, Jaspers Johns, ha formado parte de esas paredes poderosas, con la certeza de que sus moradores hicieron eco de su admiración y sensibilidad, como lo hiciera el Presidente Clinton con sus solos de flauta tan bien acompañados. Porque en este despacho, ahora ocupado por la vaciedad, es decir vacío de cualquier intelecto, se urden crímenes, guerras y caprichos mil que nos asombrarían si sus paredes hablaran.
La contraoferta de Nancy Spector a esa especie de crisálida que es el matrimonio Trump y su enjambre de mariposas, es la mejor oferta. No hubiera servido un Caravaggio, por ejemplo; ni siquiera el cuadro donde Judith degüella al Bautista ( esta obra siempre me ha fascinado: la inercia del pendiente de la hermosa Judith al oscilar hacia adelante por el ímpetu infligido en el tajo que desangra a San Juan, que es el autorretrato de Michelangelo Merisi, y un parecido impresionante con el exministro Alborch, tal vez sea el aire atrapado más “visible”de la historia de la Pintura ). No, no hubiera servido ninguno de los otros maestros de la luz, no les conocen. El resplandor de este water ambulante que es Trump, atascado de megalomanía y libertades civiles, es una constante agresión al mundo que observa aterrado cómo un lunático inculto azuza la letal contaminación de océanos y espacios, mientras corifeos insaciables criminales, apoyan su actitud.
Al mundo le ha caído un mesías enloquecido que se cree Alejandro Magno, cuando en realidad es un Calígula o Nerón cualquiera capaz de desollar a la humanidad meando en un retrete de oro.
No hay que darle más vueltas al asunto. Nanci Spector ha enviado al delirante multimillonario a cagar, pues cagarla es lo que mejor se le da a este engendro de la siniestra factoría capitalista. Como complemento, Nanci podía haber incluido en su oferta un rollo de papel higiénico confeccionado con los discursos del histriónico presidente.
Efectivamente, puede tildarse de horterada la contraoferta de la comisaría Spector a los Tump, pero es una oferta deliberada , con toda la carga escatológica y de intencionalidad perversa que lleva consigo, pues no hay que olvidar que Nancy Spector es una contumaz enemiga de tan “preclaros” habitantes de la Casa Blanca..
Por muy rutilante que sea esta útil pieza, no deja de ser una horterada el ofrecimiento a los Trump por parte de la comisaria Nanci Spector; al fin y al cabo, el presidente fue elegido democráticamente por sus ciudadanos, aunque en este caso la excelente obra paisajista de Van Gogh, le viene grande.
Es cierto, querido amigo: Son despreciables estos Trump. Solo el arte puede disfrazar su miseria dorada; por ello lo “adquieren”. Recuerdo en la época del esplendor de Picasso, cómo millonarios yankis acudían a París a hacerse con cuadros del malagueño. Después organizaban grandes orgías en sus mansiones para mofarse de las obras y despreciar al autor. Es la estupidez anudada a la ignorancia lo que hace de estos individuos la hez social más peligrosa; una especie de nazismo solapado que actúa entre nosotros sin apenas percibirlo.
Un excusado en oro. Un metal noble para los Trump. La comisaria Nanci Spector hizo esta oferta, quizás pensando en que iría acorde con el artificial dorado cabello del mandatario. Pero es posible, que haya sido una “fina” forma de mandar al machista presidente a la m……
El arte es para quien lo aprecia, no para despreciables.
Gracias Vallejo, un artículo genial, como siempre.