Tuvo que ser el 11 de mayo cuando ha tenido lugar una nueva manifestación contra los asesinatos salvajes y sin compasión en Palestina, una población que sufre las bombas y las balas del ejército israelí y que es aplaudido por muchas naciones del mundo. Quizás si Israel no representara una economía tan fuerte e influyente, esas naciones que se unen para mediar por la paz hubieran hecho más posibles para evitar tanta matanza de niños, mujeres, adultos inocentes desarmados, hambres, sufrimientos y provocación de enfermedades.
Miles de personas, miles de miradas agotadas y tristes y pocas sonrisas desfilaban ayer desde Legazpi hasta Atocha en una manifestación en la que se suplicaba el final del genocidio, personas conscientes que saben diferenciar el bien del mal, que solo piden “paz”, personas decepcionadas con los altos mandatarios que no escuchan, y que se preguntarán también si “esta gente duermen bien y en paz sabiendo que criaturas recién nacidas están siendo asesinadas, cuando ellos pueden tomar medidas y decir “basta”.
Cada hora nace un Adolfo y su existencia es aplaudida.