Por Juan Vallejo
Los próximos días 15 y 16 de abril, en el Teatro Principal de Burgos, tendrán lugar varios actos para homenajear a los asesinados por el franquismo.
Entre ellos, vendrán a la ciudad, Capital de la Cruzada, el escritor e historiador Ian Gibson y la prestigiosa investigadora, profesora de la Cátedra de la Memoria Histórica en la Universidad Complutense de Madrid, Mirta Núñez Díaz-Balart. Sin duda todo un privilegio el logrado por los componentes de la Memoria de Burgos de conseguir la presencia de dos sabios en esto de escudriñar el franquismo que perdura.
Vienen a un territorio hostil, desahuciado, cruel con los asesinados por el dictador Franco y su banda criminal que tuvieron gran predicamento y presencia en la ciudad y en los pueblos burgaleses, llenando de oprobio y saña una tierra que, todavía, no deja de sorprendernos. Una “insuerte“, una “inmemoria” derramada por el “carnicero de Badajoz” que ejerció en Burgos la nomenclatura de la muerte. Hoy es el día, en el que este sanguinario militar goza de privilegios inverosímiles, después de ochenta años en los que sus crímenes de lesa humanidad esparcieron el horror por donde anduvo.
Me refiero al homenaje que su hija le rindió junto a unas víctimas del terrorismo de ETA, en el
Teatro Principal, hace unos meses, después de una misa en que el arzobispo de Burgos, del Opus ( se despedía de su mandato episcopal ), bendijo las hazañas de este indecente personaje. Ya trató en su día, y lo tenía concedido por parte del Ayuntamiento de Burgos, en los claustros del monasterio de San Juan, colgar toda la quincalla y legajos, tras previa selección, del abyecto militar con el fin de demostrar el amor por Burgos de tan siniestro militar. La ciudadanía lo impidió a pesar de la aquiescencia de otro personaje, aún hoy responsable de la cultura burgalesa, el desdichado e inmoral concejal Fernando Gómez.
Nunca, durante tanto tiempo, se ha hecho tanto daño a la honra y dignidad de los crímenes de estos asesinos constituidos en una banda criminal con el ánimo del exterminio, de borrar del mapa cualquier atisbo de luz, de cultura, de democracia que tuviera cabida en este miserable país. Ochenta años aniquilando desde un partido político, el PP, fundado y fecundado por otros dictadores de sangre como Fraga y Aznar. Cuya sucesión por dirigentes impregnados de corrupción y maldad han vertido sobre esta noche negra, eterna noche, la tenebrista y vil desazón en millares de personas que desean tener los restos de sus amados a su lado.
Han tratado de vilipendiar esta memoria desde el incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica del 2007 hasta el insulto más grave proferido a los familiares: “Solo quieren el dinero que el Gobierno destina para las exhumaciones para su disfrute personal“. Así se despachaba el portavoz del PP, sin que su vómito haya sido analizado por unos tribunales muy sensibles ante las palabras de otras personas.
Ahora, en el escenario que denigró la hija del general Yagüe, nos darán cuenta con la lucidez de la sabiduría dos personajes incomparables. Es para mí muy difícil hablarles a ustedes de ambos porque son amigos desde hace muchos años. Comparto con ellos centenares de actos en Madrid tanto en la Comisión de la Verdad, en el Ateneo, como en la Biblioteca histórica Marqués de Valdecilla de San Bernardo, dependiente de la Universidad Complutense de Madrid, dónde Mirta todos los martes, preside y dirige eventos relacionados con la Memoria.
Documentales y libros han sido presentados en ese foro tan entrañable que dan cuenta de los hechos terribles de nuestra historia más reciente, que nos atañen a todos los que creemos en la libertad. Miles de personajes, ex-presos, escritores, científicos, artistas, familiares de los fusilados, torturados, testigos, etc, han dado testimonio de los crímenes del franquismo. Desde el momento en que les insinué el interés de la Asociación para la Memoria Histórica de Burgos de hacer unas Jornadas e invitarles a inaugurarlas, toda clase de facilidades por parte de Mirta y Gibson tuvieron lugar.
Los compañeros de Burgos se han desbordado preparando el evento de esta primeras Jornadas. El esfuerzo denodado por parte de los miembros de la Asociación y otros colaboradores como el Grupo Cultural Denuncia y Espacio Tangente lo van a hacer posible: exposiciones, teatro, música, trípticos, carteles, pasapáginas, bolsas, etc, y un entusiasmo impresionante por la presencia de estos escritores tan prestigiosos y de ex-presos del Penal de Burgos que vendrán de Madrid para honrar a sus compañeros, han hecho que se agotaran desde hace semanas las invitaciones.
Desde Aranda hasta Sedano; desde la Pedraja hasta Estépar; desde la Andaya hasta Valdenoceda, donde se entregarán varios restos de fusilados a sus familiares el día 16; desde el orto hasta el ocaso, que cruzan estos horizontes de dolor, la Memoria y la ternura instalarán un hálito de vida sobre el exterminio que hizo de Burgos un gigantesco laboratorio donde se interrumpió la metamorfosis de la Libertad, siendo sus principales fábricas del horror el Penal de Burgos, “la Universidad“, que dijera Marcos Ana, y la abadía de Cardeña, entre cuyos muros, el doctor Vallejo Nájera, trató de encontrar el gen que activa el cerebro de los demócratas, destripando los sesos de los fusilados con ánimo de buscar el antídoto para la solución final. Al no encontrarlo, el testigo lo tomó la derecha que destruye España, vertiendo en la educación y en la historia, la gran mentira.
Resolver este duelo, en este país: “la democracia más miserable de Europa”, que dijera Ian Gibson, es lo que se trata de hacer con actos como estos del Teatro Principal patrocinados en gran parte por los familiares de los asesinados.
Para ello, sin embargo, es imprescindible un consenso sociopolítico que, de inmediato, se ponga manos a la obra para que no quede ni un solo cadáver en tumbas de tierra, en páramos, cunetas y montes que Franco y sus asesinos propiciaron. Y una mejor educación. La urdida por el PP es la que sigue echando tierra sobre el genocidio. La ocultación, la mentira, la manipulación, el negacionismo son los ingredientes de la derecha tóxica que licúa el PP y abona una monarquía podrida que nos abisma, que nos hace insufrible esta situación. Tarea difícil, pues, esta de resolver el duelo de una España en cuyo reverso el odio prende un fragoso enrarecimiento, un latente escollo que duele más cada día que pasa sin atisbo de resolución.
Un gobierno como este no va a consentir que los héroes de la República relaten cómo les exterminaron porque son hijos, nietos, tataranietos de los asesinos. Adquiere vocación de eternidad esta sinrazón. Ello, lejos de cualquier rencor, nos propicia la contumacia en la lucha. Así lo están demostrando centenares de asociaciones de la Memoria.
Jamás he oído una frase que contuviera odio, animadversión hacia los criminales. Y he tratado con gente torturada, expresos apaleados a punto de ser fusilados. Ni ellos ni los familiares de los desparecidos han expresado jamás rencor. Todo lo contrario que estos políticos canallas en su grandor ciegos, en su codicia inmisericordes.
A veces tengo la sensación de que el hombre ha sido desasistido, metafísicamente abandonado. En tanto que nos entretienen con gobiernos por hacer entre pactos de la mediocridad, donde la soberbia y la prepotencia tienen asiento, los crímenes del franquismo laten ante la imposibilidad de que miles de ciudadanos puedan honrar a sus muertos. Por esto, estos que pretenden gobierno, son tan responsables como los de ayer. Pareciera que solo les interesa el ego, la exaltación de la idiocia; todo a través de un postureo que da náuseas. Cada día que pasa en esta inacción, dónde la Iglesia calla y es cómplice desde el inicio del exterminio hasta hoy, se me antoja la Catedral como un gigantesco artefacto donde fue bendecido bajo palio el general Franco para celebrar la victoria sobre la democracia, como una meretriz descomunal cuyos senos amamantan a obispos y canónigos de amianto y betún que escupe por el paritorio del Sarmental la gran mentira.
Una bomba cargada de cinismo donde el Evangelio se diluye en ceremonias y ritos que baten unos vividores que bendicen a asesinos como Yagüe y Franco, Queipo o el “mulo Mola” que diría Alberti; por no hablarles del esfumato en olor de santidad que desprende la que fuera Primera en la voz y en la fe en sus periódicos centenarios como el Diario de Burgos por el que la democracia se envilece a diario. Un memorándum que se funde con el hombre de Atapuerca para que sus osarios resplandezcan en otros tres artefactos como los del Museo de la Evolución Humana. Ahí va el dinero de los contribuyentes; mejor dicho: el que han dejado los saqueadores del clan de los Genoveses, los Almodóvar, Vargas Llosa, Cañete-Domecq, Pujol e interminables listas de inhumanos que haría interminable la indecencia humana que nos llueve cada día.
La gran represión, un libro editado por Flor del viento, editado en 2009, dirigido por Mirta Núñez, describe magníficamente la arquitectura de la represión, el porqué y el para qué de la represión. Otras obras como Los años del terror, La política de exterminio y represión del general Franco (2004), Los fusilamientos en el Madrid de las posguerra, 1939-1945; su tesis doctoral editada en tres tomos, La prensa de guerra en la zona republicana durante la Guerra Civil española (1992) y Las Brigadas Internacionales y su artillería de papel (2006) son parte del bagaje literario de una mujer cuyo conocimiento y sabiduría tendremos el placer de comprobar el día 15.
De Ian Gibson, qué quieren ustedes que les diga. Ligero de equipaje, la vida de Antonio Machado, editado por Aguilar en 2006. Federico García Lorca, editado en 2011 por Crítica, un libro recopilatorio de sus investigaciones sobre Lorca: una fascinante obra literaria cuya poesía y literatura acrecentaron en mi, más si cabe, mi amor por el poeta granadino. Cada año, el aniversario de su muerte, acudo a este libro para ser un poco más feliz. Gracias a Gibson aprendí a leer mejor, a entender la obra de Machado y de García Lorca. El inmenso territorio que abarca la investigación de este gran hispanista, irlandés-español, capaz de penetrar en el mundo complicado de Dalí y salir indemne. Otras obras como La vida desaforada de Salvador Dalí ( Anagrama), Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser ( Plaza & Janés, 1999) y libros más recientes como Yo, Rubén Darío, también en Aguilar, o Cela, el hombre que quiso ganar, hacen de Gibson un imprescindible en cualquier biblioteca.
Una suerte tener a nuestro alcance la inauguración de unas Jornadas sobre la Memoria Histórica que pueden ser el inicio de una costumbre que, acaso, en un tiempo lejano todavía, puedan desaparecer. Para ello podía empezar la Unesco, por ejemplo, a nombrar Patrimonio de la Humanidad el Monte sagrado de Estépar.
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