Entrevista a Lorenzo Bernini

Por Eduardo Nabal

“El infierno está ya lleno de queers y también lo está la tierra. Y no soy optimista: no viviremos todos felices y contentos, bien al contrario moriremos todos, estamos ya muertos… Ni siquiera cultivo sueños de pacificación social universal. Pero, como enseña Bruce Labruce, en el conflicto al que los condena su monstruosidad, los zombis queer son capaces de grandes cosas: de goce, de recuperación, de acción, de lucha. Quizá no de esperanza, pero sin duda de poesía…”

Lorenzo Bernini es investigador en la Universidad de Verona, donde enseña “Filosofía política” y “Filosofía política y sexualidad”, y donde dirige el Centro de investigación PoliTeSse (Políticas y Teorías de la Sexualidad, www.politesse.it). Su libro “Apocalipsis queer: Elementos de teoría antisocial salió a la luz en italiano en 2013 (Edizioni ETS) y en castellano en 2016 (traducción de Albert Tola, Editorial Egales). La edición inglesa está programada para 2017 (traducción de Julia Heim, Palgrave MacMillan).

– No sé si ocurre lo mismo en Italia. Pero en el Estado español los estudios de género han sido una de las primeras víctimas de los recortes educativos. En el ámbito de la Universidad los a avances en el campo LGTB se han visto diezmados. De hecho muchos investigadores han emigrado. ¿Cómo ves tú el futuro de los “queer studies” en el ámbito europeo? ¿Y la distinción entre activismo y academia?


Lorenzo Bernini– Lorenzo Bernini: 
En la Academia italiana, desgraciadamente, los estudios de género y teorías queer nunca se han institucionalizado, como ha sucedido en cambio en otros países europeos entre los cuales se cuenta España. En el nuestro aún estamos en los comienzos y, ciertamente, la crisis no ayuda. No obstante, las investigaciones abundan. Algunas, muy interesantes, proceden de intelectuales del movimiento, fuera de la Academia (estoy pensando por ejemplo en Porpora Marcasciano, en Andrea Pini, en Giovanni Dall’Orto). En la Universidad suelen estar los más jóvenes  y los jóvenes buscan tesis de licenciatura y doctorado sobre temas de sexualidad, pero pocos de ellos se arriesgan después a proseguirlos en la carrera universitaria. En las últimas Reformas Científicas Nacionales muy pocos de los que se ocupan de estos asuntos han recibido valoraciones positivas (yo he tratado de poner mi granito de arena, pero ¡en la comisión Apocalipsis queer no ha gustado nada!). Consecuencia de todo esto es que la mayor parte de los investigadores y las investigadoras italianos de estudios de género y teorías queer se encuentran en la precariedad o camino de ella, muchos y muchas de ellos han tenido que trasladarse al extranjero y en los últimos años han sido víctimas de los recortes de los que hablas y también de otros fenómenos alarmantes. Algunos colegas que trabajan fuera de Italia, tanto en centros públicos como privados, donde se enseña en lengua inglesa me han contado que sus puestos de trabajo peligran porque las universidades buscan siempre atraer a estudiantes de facultad de Países Árabes a los que las enseñanzas sobre temas de sexualidad no parecen, de entrada, ser de su agrado.

Vivimos tiempos muy oscuros en los que -no sé si lo has notado- casi todos los responsables de masacres terroristas del tipo integrista islámico son acusados antes o después de mantener relaciones homosexuales (Abdeslam SalahOmar MarteenMohamed Bouhlel), pero después en la Universidad no se puede hablar de homosexualidad para no herir la sensibilidad de los estudiantes islámicos, bajo pena de pérdida del trabajo… En Italia las cosas no van mejor a cuenta de la religión católica: la violenta campaña del Vaticano contra la así llamada “teoría del género” es también un supuesto ataque a nuestros estudios y a nuestras enseñanzas. El centro de investigación que dirijo POLITESSE, es a menudo blanco de la atención de grupos integristas y fascistas, grupos que protestan contra una Universidad que “derrocha” dinero público para actividades “perversas”; y hace algunos años desde de la asociación Cristus Rey fui acusado de enseñar ” mariconismo militante”.

En este clima la reciente aprobación de las uniones civiles con una ley retardataria y discriminatoria que niega a las parejas lésbicas y gais el estatuto de las familias (nada que ver con la española) amenaza con funcionar como un anestésico de los movimientos LGBTQI italianos. “Apocalipsis queer” quiere, en cambio, ser una invitación a abrir de par en par los ojos sobre la negatividad que los sujetos queer representan aún en nuestra sociedad tanto para la religión católica como la islámica y también para los burgueses com’il faut y gays. Y a la vez una invitación a no olvidar la necesidad de la política. Y bien sí: soy un profesor de exhibicionismo militante y mi propósito es pervertir la Universidad. Desgraciadamente no tengo mucho poder (ya me gustaría tener más) pero el objetivo con que he fundado POLITESSE en Verona es promover los estudios de género y las teorías queer en Italia, y ayudar a los investigadores e investigadoras en situación precaria a encontrar financiación para sus estudios y quizá un día un puesto fijo en la academia como el que yo tengo la fortuna de tener.

Para quien lleva a cabo estudios feministas, LGTBQI o queer, por lo menos en Italia, la distinción entre activismo y academia carece de sentido. Cuando aquel que procede del activismo muestra desconfianza hacia el que trabaja en la universidad, me parece que no comprende que en la universidad quien lleva a cabo estudios feministas, LGTBQI o queer desarrolla una tarea política (y a menudo, como hemos dicho, precaria y mal pagada). Si se superan las desconfianzas, la relación resulta provechosa para todos: la investigación académica adquiere pleno sentido solo si consigue establecer contacto con su comunidad de referencia. Así ha sucedido, por ejemplo, a lo largo del último año en Italia, donde la necesidad de responder a la campaña católica contra la teoría de género ha determinado nuevas colaboraciones entre académicos queer y asociaciones LGTBQI.

No se trata, sin embargo, de una relación de dirección única. El seminario trans de mayo de 2008 con el que se abre el libro, y que tu estas recordando, fue para mí una experiencia de formación fundamental y se convirtió en una fuente de inspiración inagotable: todavía hoy es a mis amigas y amigos con los que me reuní en aquella ocasión a quienes recuerdo cuando hablo de los “espacios intersticiales de lo político“, de la posibilidad de hacer comunidad sin dejarse fagocitar por la Comunidad, de hacer política sin aspirar a redimir la propia negatividad. Fui invitado al seminario como representante del mundo queer , pero la queeridad me la enseñaron más bien ellos, fabulosas y escandalosas criaturas, orgullosas de su propia abyección y en todo caso de su profesión de trabajadores del sexo.

– Uno de tus libros de referencia es el “No future” de Lee Edelman, recién traducido al castellano Javier Sáez por, pero digamos que “Apocalipsis queer” profundiza y a la vez matiza ese negativismo de la obra de Edelman al plantear una suerte de micropolíticas o resistencias foucaultianas sobre el contra-poder que no dejan de ser formas de moverse en el campo social hacia cambios posibles?

– Lorenzo Bernini: Editorial Egales está verdaderamente llevando a cabo una valiosa operación de política cultural al poner a disposición del público en castellano obras clave del debate queer internacional como “No future”. Debemos estar agradecidos a exquisitos Intelectuales como Javier Sáez y Albert Tola que se han prestado a tarea tan difícil como es la traducción de textos filosóficos, mostrando un gran dominio. En mi caso, la casa editora ha escogido además promover a un autor no muy conocido más allá de los confines de Italia, mostrando así cierto coraje. Creo que una de las razones por la que han decidido correr este riesgo sea precisamente que mi libro dialoga con el de Edelman al que debe mucho, pero al que no le ahorra críticas. El riesgo que aprecio en “No future” es el rechazo de la política por parte de un hombre de pensamiento que -como han señalado Jack Hallberstram y José Esteban Muñoz antes que yo- es gay, blanco, intelectual, pudiente y snob y puede, en consecuencia, permitirse encerrarse en la torre de marfil académico de su negatividad apolítica. También yo soy gay, blanco, intelectual y snob (seguramente menos pudiente), pero la negatividad apolítica de la que trata mi libro es política y conflictiva, y busca dialogar con las nuevas generaciones mestizas, utilizando un archivo pop como el del film zombi. La queeridad de la que hablo es también y sobre todo la de los movimientos queer (en plural, nunca en singular) que saben reclamar derechos a las instituciones cuando los necesitan (protección frente a la violencia, frente a la discriminación sexual y racial, frente a la pobreza), pero que saben también tomarse -sin pedírselas a nadie, arrebatándoselas a las instituciones- espacios temporales de solidaridad, de reconocimiento de experimentación, de encuentro, de goce. En este sentido ni siquiera mi libro mira al futuro (al cambio al que te refieres): invita por el contrario a los sujetos queer a quedarse donde están, donde siempre han estado, a hacer política en los que llamo “espacios intersticiales de lo político”, sin dejarse capturar por las sirenas de la inclusión social.

La lección que aprendo de Edelman es, pues, que la pertenencia de las minorías sexuales a la ciudadanía, a la patria, a la nación , el amor del papa Francisco, el reconocimiento de sus relaciones como familias “normales” son ilusiones, promesas nunca cumplidas ni reconciliación con un universal que, bien al contrario, los excluye. Lo demuestra el ejemplo que he puesto antes: los derechos gays se emplean como justificación de políticas racistas, anti-islámicas y anti-inmigración cuando conviene, pero después la homosexualidad se atribuye a los terroristas islámicos como indicio de desequilibrio mental y desterrada de la universidad por las exigencias de un mercado de los estudios en el cual islámicos y migrantes si tienen dinero abundante, son bienvenidos. Estos son los retorcidos ajustes del homonazionalismo del que habla Puar.

– ¿Personalmente creo que las ideas de Bersani sobre el sexo y la muerte son un poco tajantes. Crees que son fruto de la era del Sida o de una lectura del psicoanalítica del placer, la muerte y el deseo radicalmente separados de ideas como el amor romántico, la supervivencia o la un tipo de comunidad solidaria?


Lorenzo Bernini:
 Considero que Bersani tiene enormes méritos y que su reflexión sobre la analidad, elaborada durante la crisis del SIDA, de los años ochenta y noventa, es aún de gran utilidad para explicar la incómoda situación que las minorías sexuales ocupan en los imaginarios de la política. Por poner un ejemplo: ¿estamos seguros de que ser reconocidos como buenos maridos y buenos padres equivale a ser reconocidos como individuos de sexualidad gay? (¿Los padres gays tienen un ano? Se me ocurriría preguntar).

Bersani ha tenido la osadía de desafiar a dos titanes del pensamiento como Freud y Foucault (¡y a mi parecer ha podido con ambos!). Con grandes esfuerzos, Foucault ha intentado alejarse de Freud, y Bersani lo ha reconducido a él, mostrando que la politización del sexo llevada a cabo por Foucault en clave psicoanalítica es una desexualización tanto de la política como del sexo. Con grandes esfuerzos Freud se ha empeñado en separar pulsiones sexuales y pulsiones de muerte, mientras Bersani ha establecido una equivalencia entre ambas (abriendo así el camino a Edelman): la pulsión sexual es pulsión de muerte, porque al irrumpir en la vida del individuo provoca en él un eclipse, volviendo al individuo incapaz de actuar, y más aun de actuar políticamente. Lo sexual es para él una tautología del masoquismo, a la vez que del narcisismo: pone al individuo a disposición del otro y al mismo tiempo lo vuelve incapaz de encontrar al otro (no existe relación sexual, decía Lacan).

Pese a todo, Bersani, a diferencia de Edelman, no corre peligro de renunciar a la política. Corre sin duda el peligro de caer en contradicción al empeñarse en seguir manteniendo abierta una espiral a la política. Y en esta contradicción es un verdadero maestro. ¿Por qué, como teóricos queer, deberíamos aspirar a ser coherentes? Una de las grandes enseñanzas del psicoanálisis, recuperado por Bersani, es la ambivalencia del individuo.

– Los y las queers cuestionan los binarismos, no buscan aceptación. Esto choca muchas veces con las demandas legalistas y sus defensores. ¿Dónde te sitúas tú en esta interesante paradoja?


Lorenzo Bernini:
 Me situaré en la paradoja aceptando la ambivalencia de la que acabo de hablar y evidenciando la naturaleza del doble lazo (Double bind) que une la política queer a la comunidad. Para mí, no es interesante declararme “anti-social”, ni lo es declararme “social” porque en realidad no existe tanta diferencia. Butler, que ha estudiado a Hegel, nos enseña que el binarismo es la estructura que hace posible la oposición al propio binarismo. Ya Foucault afirmaba, por lo demás, que la resistencia no tiene más remedio que apoyarse en el poder. Negarse a ser aceptado por alguien significa reconocer a ese alguien la facultad de aceptarte.

– De los zombies de izquierdas de Romero a los zombies nihilistas y naif de Bruce LaBruce parece que hay una unión entre el terror gore y la pornografía que ha llamado la atención como subculturas visuales. En tu libro parece haber una conclusión mas optimista que la de Edelman, “cuando el infierno este lleno, los y las queers” repoblaremos la tierra” ¿Es un slogan apropiado o apresurado?

L.B. : Diré más, diré que es posible hablar de gornography y de zombie-hardcore como de verdaderos subgéneros cinematográficos. El sincretismo de pornografía y horror, que puede parecer extraño, tiene distintas justificaciones: ambos géneros trabajan sobre la transgresión de tabúes, exhibiendo imágenes obscenas del cuerpo, que habitualmente permanecen escondidas (en la alcoba o en el dormitorio). Y ambos guardan relación con el cuerpo también en un sentido diferente, porque producen reacciones físicas de excitación en el público, descargas de adrenalina (y también de otro tipo en el caso del porno). Si además tienen razón Bersani y Edelman, ambos tienen que ver con la fuerza autodestructiva, masoquista de la pulsión.

Fue Romero, antes que Bruce LaBruce quien puso en escena a zombis que recuperan parcialmente la consciencia, como para indicar que de la muerte de la subjetividad en la pulsión es posible el regreso (¿no es acaso algo que continuamente experimentamos cada vez que practicamos sexo?) Bruce Labruce ha llevado más lejos la metáfora haciendo incluso de la figura apocalíptica del zombi una figura salvífica, privando de sentido el posible la comparación entre epidemia zombi y y epidemia de SIDA: en L.A. ZombieFrançois Sagat succiona a hombres jóvenes muertos trayéndolos de nuevo a la vida con su esperma negro, provocando el despertar de sus consciencias. Lo que me interesa de estos filmes es la capacidad de retener al mismo tiempo en una imagen tan esencial y potente el carácter perturbador y antirrelacional del sexo y la fuerza generativa de la relación política fuera de la lógica edipica de la reproducción heterosexual.

El infierno está lleno de queer, y también lo está la tierra. Y no soy optimista: no viviremos todos felices y contentos, bien al contrario, moriremos todos, estamos ya muertos… Ni siquiera cultivo sueños de pacificación social universal. Pero, como enseña Bruce LaBruce, en el conflicto al que los condena su monstruosidad, los zombis queer son capaces de grandes cosas: de goce, de recuperación, de acción, de lucha. Quizá no de esperanza, pero sin duda de poesía.

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