Por Jorge Contreras Soto
El corazón de Castilla late cada vez más débil, sus dehesas, sus bosques comunales, sus rebaños y sus habitantes se marchitan. Cada vez se ve más el suspirar de los pueblos en los carteles de “SE VENDE”; en los lugares de encuentro, las tabernas, la serenata siempre es la misma, buscan respuesta, buscan soluciones a un devenir inacabable que lleva durando 60 años.
Pocas personas quedan en el mundo rural capaces de mantener vivo todo ello, la despoblación y la falta de recursos han hecho que se cierren escuelas, que la atención primaria sea un reducto, que los autobuses de línea dejen de pasar y que los pueblos se hundan lentamente. El éxodo rural hizo que todo tuviera un silencio sepulcral, las pocas personas que quedaron se han ido yendo dejando todo a su desamparo.
Burgos es una de las provincias con más pueblos de toda España, 882, más de 50 pueblos están en peligro de despoblación, la pregunta que nos haríamos sería sencilla, ¿qué ocurre?, lo que ocurre es que desde los años 60 la gente emigro a la ciudad para poder tener un futuro mejor, el futuro para toda esta gente mejoro, pero detrás de ella desaparecieron muchos de los servicios que había en esos pueblos, haciendo de esto un problema para la gente que vivía allí y sigue viviendo.
Pueblos como Pradoluengo o Belorado se han ido manteniendo en el tiempo y aún mantienen parte de la industria que había hace años, haciendo que esto fije población, también es cierto que, con el paso del tiempo y la disponibilidad de independencia en el transporte, cada vez hay menos gente que apueste por vivir en este tipo de municipios terminando vendiendo todo lo que tienen o dejando esas viviendas como algo esporádico y de fin de semana.
La agricultura y ganadería siguen siendo uno de los pilares fundamentales en lo rural y mucho más en Burgos, pero cada vez hay menos relevo generacional y esto genera dos conflictos, uno: que las dehesas dejen de ser utilizadas, dos: que se monopolice y lo utilicen un individuo. Un sector castigado por los altos costes de producción y los bajos precios hacen que unas pocas mantengan sus explotaciones. Haciendo de esto un problema para las personas que quieran emprender debido a su alto coste de inversión en infraestructuras, requisitos o reparto de pastos,…, con un futuro incierto y lábil dependiente de las ayudas europeas.
El éxodo rural ha propiciado que los pastos comunales, los rebaños de más de 1000 cabezas y las pequeñas propiedades de tierra desaparezcan, haciendo que lo que antes utilizaban cientos lo utilicen unos pocos.
Aún estamos a tiempo de mantener lo que queda vivo y renovar el tejido vecinal rural, esta crisis puede servir para catapultar a jóvenes con aires nuevos a repoblar la España vaciada, pero no lo van a realizar solos, necesitan el apoyo de las instituciones ahora más que nunca.