Las palabras también las calcina el fuego.

Manifestación en apoyo a los bomberos forestales, 20 de agosto de 2025, Burgos
Es curioso ver como las personas empezamos a entender que todo es político. Desde el precio del litro de leche hasta la limpieza y gestión de los montes.
En estos últimos años he visto como los puertos de alta montaña, con una gran extensión de terreno, son limpiados, desbrozados y pisoteados por unos animales lanudos. Estos animales, las ovejas, han subido durante siglos con sus amos buscando esa famosa primavera eterna que tanto ganadero ansía. La labor que la ganadería extensiva realiza es fundamental, pero está disminuyendo con el paso de los años. En algunos ayuntamientos se está optando por rebaños públicos y con pastores funcionarios, para no perder esa labor fundamental.
Estos días hemos asistido a una catástrofe sin precedentes. Se habla de la España vacía, de la necesidad de rebaños, de operativos todo el año. Yo me pregunto si todas estas proclamas y exigencias cesarán en unos meses cuando ya se haya pasado todo.
Estos días han sido un no parar de mensajes y llamadas a amigos y compañeros, de las zonas afectadas, fotoperiodistas, ganaderos y pastores trashumantes. La gran mayoría veían expectantes la catástrofe y otros desde dentro. José Manuel Sánchez el otro día movilizó a su rebaño para desbrozar y pisar la hierba de Valverde la Sierra, utilizando las ovejas como cortafuegos en las proximidades del pueblo. Hoy me informa que después de subir algo más de 40 días a pie desde Extremadura, el pasto que iba a ser para todo el verano ahora ya no está, y de momento los vecinos del pueblo lo han acogido para poder acabar la temporada en el puerto.
Las responsabilidades políticas terminan pagándolas los ciudadanos de a pie. Las consecuencias son enormes. Miles de hectáreas calcinadas, personas desplazadas, hogares quemados, explotaciones ganaderas arruinadas, fauna y flora destruida. Nada de esto se recupera con dinero. Son muchos años de trabajo y si algo aprendimos en la Sierra de la Culebra es que las promesas siempre son vacías. Las palabras las calcina el fuego.
Hemos involucionado. Nuestros antepasados conocían el terreno, sabían aprovechar lo que la naturaleza les daba. Hacían concejos, limpiaban los montes comunales, hacían suertes de leña, entresacas. Había respeto y admiración por todo ello. Mirabas esos robles centenarios, trabajados por tus padres y tus abuelos con impresión, con respeto por ver algo tan grande. Ya de esto poco queda.
¿Cuántos bomberos exhaustos, pueblos calcinados, personas muertas y hectáreas quemadas necesitamos para tomar partido? ¿Cuándo entenderemos que la casa-tierra es común?
Los incendios no se apagan con precariedad y abandono, se apagan con compromiso político.






























