La revolución de las mujeres altera a los obispos

El clero siempre cerca de hombres con uniforme y pistola Foto archivo 18/04/2014

Por Juan Vallejo

Los obispos han enloquecido. La revolución de la mujer les ha alterado el producto, es decir: la costumbre de someterla en la sacristía, en el confesionario, en el dogma, en la escuela, en el trabajo, la clausura, en el matrimonio y si viene al caso en la cama.

Están nerviosos con la presencia del millares de mujeres que el día ocho saldrán a gritar todo lo que no han sido por culpa, entre otros, de estas satánicas majestades revestidas de amitos, casullas, báculos, mitras, bulas, bendiciones y sacramentos con los cuales amenazan y amedrentan a su público, que no es otro que el que, a través del idiotismo y del miedo, se deja embaucar.

Ahora, el cardenal Osoro de Madrid, reivindica a la Virgen María para encabezar la marcha feminista del día 8 entre batucadas, tetas liberadas, besos lésbicos y camisetas que pregonan: “queremos seguir vivas”. O gritos a favor del aborto y de todo aquello que las está acogotando y despreciando.

Pero el diablo que es un chulo, como dijo el Papa Francisco hace poco, y que está disfrazado entre nosotros para seducirnos y llevarnos al huerto, además es guapo, dijo, no podía faltar en esta historia que se se presume interesantísima.

Ya han salido obispos a terciar en el preludio de la movida; unos como Munilla de San Sebastián, metiendo a la mujer en el cuerpo del demonio o viceversa. Enredando el asunto y haciéndola responsable de una demonización que el mejor de los exorcistas se las vería muy putas para desalojar a Satanás del evento. Entonces entra el obispo de Ávila bendiciendo a la mujer para que salga a la calle a buscar sus derechos, aquellos que ellos mismos se encargaron de anatemizar.

Munilla, después del escándalo provocado con su intervención, ha tratado de rectificar. Como siempre, sus palabras han sido mal interpretadas, intencionadamente, claro, y ha acabado de joderla más todavía por si el idiotismo al que habitualmente se dirige, no le ha comprendido.

Este hechicero de las ondas, que radia en Radio María sus homilías, desde que se fundara la cadena de la Virgen, homilías que se repiten cíclicamente ( algunas datan de hace ocho años ), es el alter ego del diablo más eficaz que puede tener la iglesia de este país donde los escándalos propiciados por sotanas, por abusos a niños y niñas son el pan de cada día a pesar del contubernio y la alcahuetería que se traen entre púrpuras y solideos.

Recuerdo el escándalo del cura de Estépar que violó a una niña allá por el 36 y les costó a algunos cárcel por haber escrito una coplas sobre el caso, al no publicar nada la prensa. Fue desterrado para armarla por otros lares. ¡Qué voy a decirles a ustedes que no sepan!

El Papa Francisco, no hace mucho, en un avión, les dijo a los periodistas, que si a su madre la llamasen puta, él daría un hostia al que hubiera osado ese grave insulto, pero una hostia de verdad.

Bien. Volviendo al despropósito de Munilla y otros representantes del diablo que tienen báculo en docenas de sedes y que ahora danzan la palabra para seguir denostando a la mujer como si de un objeto de usar y tirar se tratase.

¿Cómo es posible que en San Sebastián, las mujeres vayan a los oficios de este desequilibrado capaz de presentarnos al demonio entre los sujetadores y bragas de las mujeres, después de que el emérito Benedicto dijera que no existía ni el diablo ni el infierno. Cómo es posible que este indecente predicador, antifeminista y antimujer, siga teniendo prédica y patena en esa diócesis. Entre el de Toledo, el de Alcalá, el de Granada y el del sursum corda, el infierno merodea por sus catedrales a sus anchas.

La publicidad que le hacen se metamorfosea en fisicidad, es decir: sexo convexo.

Están ebrios de dogma, de soberbia. Son unos vividores que, a costa del diablo y del infierno, sacan los cuartos al personal a cambio de una oración, que a buen seguro, ni siquiera entonan. Dan asco, la verdad. Vacían las iglesias de creyentes sanos.

Supongo que su confesor será como él, que su inmediato cardenal bendice su actitud; es decir: tal para cual. En otro caso no seguiría ensuciando la sociedad con sus infamias.

Así que ya sabéis mujeres endemoniadas, el jueves 8 a la calle para recibir el anatema de la cofradía del demonio que no es otra que la del indecente Munilla y sus sacristanes.

Un comentario

  1. La Iglesia católica está condenada a desaparecer. No creo que sobreviva a dos generaciones más. La misma curia se ha encargado, con sus fechorías, de liquidar la poca fe que nos quedaba. Cada vez más personas deciden apostatar de éste ” circo” bien montado. Como mujer, no “comulgo” con su doctrina.

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