Por Emmanuel Theummer
(Activista, profesor y doctorando en estudios de género en Argentina)
Nunca puse en cuestión el activismo de las putas por el reconocimiento del trabajo sexual, sin embargo, fue tras un seminario con Silvia Federicci, (“El Calibán y la bruja”) una historiadora feminista-marxista, que mi visión cambió por completo. Ella nos subrayó que muchas de las víctimas de la caza de brujas europea habían sido prostitutas y que las luchas por el reconocimiento del trabajo sexual tenían que ser incluidas dentro de esta historia, como luchas que se encuentran disputando la relación de las mujeres con el capital. A partir de ahí comencé a activar por el reconocimiento del trabajo sexual, dentro y fuera de la academia.
El principio de autodeterminación corporal (“mi cuerpo, mi decisión”) ata a todas nuestras luchas políticas que ensayan formas de reconocimiento y producción subjetiva, conmueven los derechos sexuales y no reproductivos, en breve, insisten en los modos en que podríamos habitar la comunidad.
¿Cuántas horas al día consumís servicios sexuales pornográficos?, ¿Qué lugar ocupan las putas en tu bandera de la diversidad sexual?,¿Queremos una educación sexual que asuma la “libertad sexual” bajo la prevención o el amor pero que vuelva impensable el intercambio de servicios sexuales por dinero?, ¿Queremos una política feminista embriagada de capacitismo, según el cual todxs somos deseables y podemos acceder autónomamente al sexo?,
¿Realmente creemos que es pensable o deseable un programa de emancipación sexual colonizadora que defina de antemano qué cuerpos podrán habitar la democracia y cuáles no, quiénes pueden luchar por el derecho a tener derechos y quienes no? Antes que una cruzada moral, la nuestra es una disputa por el reconocimiento de derechos laborales en el heteropatriarcado blanco capitalista.