Por Jorge Contreras Soto
Castilla y León arde: la crisis que quema el alma (y los bosques) de España

Foto: Jorge Contreras Soto, Incendio Quintanilla del Coco, 2022
Castilla y León arde. Y no es una metáfora. Este verano, el incendio de Molezuelas, entre Zamora y León, ha devorado más de 37.000 hectáreas, el mayor desastre forestal desde que hay registros. En toda España, el fuego ha arrasado ya más de 115.000 hectáreas. Son cifras que no se borran con discursos ni con ruedas de prensa.
Aquí, en la meseta, la realidad huele a humo y a monte quemado. Llevamos años viendo cómo se abandonan los pueblos, cómo los montes se llenan de maleza porque ya no hay concejos que limpien ni suertes de leña que repartan. Sin pastoreo que aproveche el pasto y reduzca la hierba seca, todo queda listo para que una chispa lo prenda. Y cuando llega el fuego, nos pilla con un operativo corto, cansado, mal pagado y a ratos sin mando claro.
La privatización parcial de los medios de extinción ha sumado ruido a la urgencia. Brigadas que esperan órdenes sin llegar al frente, cuadrillas sin comida suficiente, sin un sitio donde descansar, con contratos de semanas y sueldos que no pagan ni la gasolina para volver a casa.
No es nuevo. En la Sierra de la Culebra, en 2022, ya vimos lo que pasa cuando la prevención es un papel guardado en un cajón y las promesas se hacen con el humo todavía en el aire. Tres años después, ni refuerzos, ni planes claros, ni bosques mantenidos a raya. Hemos dejado que todo siga igual… hasta que ha vuelto a arder.
A todo esto se suma la nula gestión política a nivel autonómico. Los incendios han encontrado a la Junta con un presupuesto de prevención recortado y con planes que, más que prevenir, parecen escritos para cumplir el trámite. No se han reforzado los equipos humanos en invierno, ni se ha invertido en limpieza de montes o en pastoreo extensivo como herramienta de control. La reacción de los responsables políticos se ha limitado a declaraciones y visitas fugaces a los frentes, mientras la realidad es que cada euro que se ahorra en prevención se multiplica por mil en pérdidas cuando el fuego arrasa.
Hoy el fuego no solo quema pinares y pastizales; quema también la paciencia de la gente. Y muchos empiezan a pensar que ya toca levantarse y exigir un cambio. Porque si seguimos así, la chispa no será solo la que enciende el monte… será la que encienda a Castilla y León entera.































Mientras haya energúmenos sueltos por el mundo esto no parara.
Que pena.