Por Basilio el Bagauda
Me invade la impaciencia y la inquietud por saber cómo acabará el affaire “Carlos Fernández”, el inspector general de servicios de la Junta de Castilla y León. Más preocupado por “refugiar” a los malos funcionarios que por resolver las dudas existenciales de otros. En cualquier caso nuestro particular inspector Clouseau, lejos de encontrar la Pantera Rosa, probablemente esté dándole vueltas a cómo resolver el caso de los “funcionarios locos”.
Unos tíos que se juntan en aquelarre para “chivarse”, seguro que por envidia, de un pobre compañero cuyo único delito es querer trabajar más horas de las que la administración le pone a su disposición y sacar a cambio un exiguo sueldo para poder pagarse un chalet en Somo o un merecido safari en Kenia.
El caso es que después de dos años de chotis burocrático, los bailarines han acabado en la misma baldosa porque otro señor que dice ser “nosequé del Común” lo ha ordenado así, no sin antes haber sido toreado en la plaza de toros de Pucela: ¡¡ya verás la que montan los leoneses cómo se enteren que un vecino suyo ha sido tratado de semejante guisa!!
El fino, que dice ser jefe también de la trasparencia – espero que esto no tenga que ver con indumentarias sensiblemente provocativas -, se ha tragado al menos dos sapos sin pestañear, Don Jose Antonio y Doña Pilar, cuando creía que en León lo que se comían eran ancas de rana de El Burgo Ranero.
Jose Antonio, “presente”, digno heredero de una estirpe demócrata y liberal como muchas de nuestra tierra y amante de los coches oficiales, le ha dicho al del Común que “pa’ tu tía un caldo” y que si quiere informes del Clouseau acerca de las actividades extralaborales y el cumplimiento del horario del “funcioneta del año” que espere sentado que no tiene el “horno para esos bollos”. De Santiago está ahora más preocupado por la paz social y el cordero de dios que quita los pecados del mundo y el Inspector sigue buscando sitio donde menos moleste en el Colegio de la Asunción, no vaya a ser que le confundan con un jarrón chino y lo expongan en el Museo de los Filipinos.
La sapa se llama Doña Pilar, que es la de las “perras”, el otro peso pesado del Presidente Herrera, también conocido por “el hombre que susurraba a los votantes” o “el mimosín de los empresarios”, ya que cuentan las malas lenguas que cuando dos prohombres burgaleses, aún no premiados por la federación de Peñas, se enteraron de que su negocio en el nuevo hospital se iba al carajo, se tomaron la revancha y le hicieron “luz de gas” al pobre Juan Vicente, el cual al volver a La Asunción estaba tan afectado que movió cielo y tierra para que la “eficanza” de estos empresarios se quedara en Burgos.
Quizás en esta nuestra administración pase como en el Ministerio de Defensa, que los documentos se pierden sin más y claro luego se ponen las cosas muy difíciles para que las juezas instruyan y los fiscales investiguen. Y mira que ell@s lo intentan pero si los papeles se volatilizan pues que se le va a hacer: la combustión espontánea del papel, la bilocación e incluso la transustanciación de los cuerpos son hechos físicos demostrados científicamente y perfectamente plausibles para nuestros tribunales.
En cualquier caso y a pesar de las dificultades de que tanta fenomenología haya coincidido en un mismo asunto, el comunero parece dispuesto a dar batalla y le ha dicho al Joseantonio que ponga a trabajar al Clouseau en el caso de que no lo haya hecho en estos dos años, que parecen muchos pero las cosas de palacio van despacio y es necesario un meditado periodo de reflexión: no vaya a ser que sólo sea una cabezonería del personal que, ya se sabe, nunca tiene nada que hacer excepto tomar cafés y disfrutar de la papiroflexia.
A estas alturas no sabemos cómo acabará esto o si quiera si acabará pero, mientras se produce el silencio… administrativo, la pantera rosa, tras romper el despertador, sigue trabajando a destajo para poder optar en un futuro a la medalla al mérito del trabajo y resolviendo, eso sí previo pago, las dudas impositivas de tantos y tantas burgalesas.