Por Eduardo Nabal
Estremecedora la autobiografía de Mikey Walsh, todo un bildugnsroman sobre su infancia y adolescencia en un entorno hostil, marcado por el heteropatriarcado y sus violencias.
“El chico gitano” es la historia de un clan, de una lucha encarnizada y desigual padre-hijo, de una alienación y empodermiento sucesivos, de una batalla íntima y colectiva por la dignidad en un microcosmos donde se ve señalado por los prejuicios expresados de la manera más cruda y despiadada.
Las expectativas de la masculinidad dominante, la violencia física, las costumbres ancestrales, los cambios en esas mismas costumbres son algunos de los ingredientes del explosivo libro autobiográfico de Mikey Walsh, donde expone la dificultad de crecer en un entorno homofobo, masculinista, dominado por la violencia y la desestructuración.
Rompiendo algunos lugares comunes sobre como se ve desde fuera a la etnia romaní, “El chico gitano” arremete con furia, sin generalizaciones racistas, contra la violencia estructural de un sistema de vida vertebrado por la violencia patriarcal, el silencio impuesto y la lucha por la supervivencia de un chico diferente en un clan ya marcado por la diferencia social y el estigma de conjunto en un mundo payo.
Un relato estremecedor, no exento de humor y poesía, sobre la odisea de un chico marcado por un cruce de estigmas que lo convierten en un “outsider” dentro de su propio entorno familiar y social más próximo. Radiante y tenebroso el testimonio desgarrador de Walsh sirve de referente para gentes, también en otras culturas y etnias, que se enfrentan a marcados patrones de género, sexualidad y cortapisas para expresarse y vivir con libertad.