Por Eduardo Nabal
En este país de Reyes Vagos y Gobiernos Maleantes opinar va a empezar a ser un lujo así que, por si las moscas, lo hago antes de que acabe el año. ¿Como escribir sobre las navidades y las infancias queers eludiendo dos de los icebergs mas peligrosos y tentadores el del lugar común o el tópico y el de cierta retórica victimista algo gastada?.
Eludirlos sin negar que, de hecho, cosas como el suicidio del adolescente trans Alan el año pasado nos pusieron ante la evidencia de que, en cierta medida, las navidades o en navidades se siguen destruyendo entre otras, las infancias queers, como consecuencia del bullyng o la invisibilidad del entorno más próximo .
Algunos/as dirán “las navidades deprimen a todo el mundo” o al revés “me encantan”, “son mis vacaciones” o “me pillan siempre trabajando”. O mostrarán sana indiferencia.
Pero la navidad para los niños es como el teatro en general: “un grupo de gente representando unos papeles frente a otro grupo de gente que finge que cree lo que ve y lo que oye” . Como el género y hasta el sexo. Algunas estampas son especialmente deprimentes como aquella del que duerme en el cajero en nochebuena, el que se acuerda de sus familiares perdidos, el o la que ahoga su desencanto amoroso en champán… Pero lo son porque las navidades, como muchas fechas de cierto origen, no siempre, pero apuntalado por la religión o las religiones, han adquirido un enorme poder simbólico ya ineludible .
Hoy la exaltación de los valores familiares no es la de antaño, sus formas se han refinado y diversificado, sus visos son mas sutiles. Pero en manos de gobiernos cada vez mas conservadores, occidente y, de otra forma, también oriente van camino del retroceso, real y simbólico.
El acceso a las hormonas de las personas trans, el repunte del racismo, la privatización de los medicamentos de las personas seropositivas, la vuelta al armario en los trabajos o en las familias …Todo ello adquiere un potente valor simbólico bien sean Trump, Rajoy, Merkel, Macri o Felipe VI los que lanzan discursos vacíos de atisbos verdad a una población que se rasca el bolsillo mientras brinda con cava. Y las tiendas llenas de eso que, a estas alturas, se atreven a llamar “crisis”.
Tiempo de reunificación, aunque sea ciber-reunificación, empalmada, insomnio, doble jornada, regalos (aunque sean solo prácticos), cabalgatas, despilfarro, soledad y sofisticación en la que las vidas de los niños LGTB+ de los sectores mas desfavorecidos se vuelven mas vulnerables por el reforzamientos de los valores tradicionales, los cantos a lo radiactivo de la familia nuclear y los rebrotes ultracatólicos en los colegios, los institutos, los barrios, etc. También el lento pero ya imparable regreso de la censura selectiva, del crimen a dedo, la doble moral .
La situación en el Estado Español no nos hace saludar al año que entra con mucha empatía aunque podemos desafiarlo y buscar espacios de posibilidad y resistencia nada desdeñables. Algunos sin saberlo ya oíamos a “Frankies Goes to Hollywood” creyendo ver un video fashion sobre los Reyes Magos. Todo tiene dobles lecturas que hacen que el pasado nunca es, sea lo que parecía. Un poco a lo Dickens, sin Dickens.
Algunas y algunos son supervivientes, otros fueron precoces, es aventurado generalizar. Pero el afianzamiento de los moldes de género y el heterosexismo dominante que , aún hoy, siguen desprendiendo estas fiestas, bajo formas mas sutiles, hace que el encanto este en subvertir su hegemonía, en habitar sus intersticios, ocupar su “no trespassing” . En fin, ¿que podemos esperar de la inteligencia de un pueblo que vota a una trama corrupta, celebra el parto de una virgen y una “matanza de inocentes”? . Pues pasarlo lo mejor posible.