Por Diego Izq
A grandes rasgos y sin eludir los detalles, este 2016 pasará a los anales de la historia como el año sin gobierno central. Aquejados de desilusión, tras pasadas citas electorales, la mejora de las condiciones de vida se antoja complicada. La esperanza creada desde la política, para dar soluciones a las crecientes carencias democráticas, se diluye.
Nuevos vientos de lucha ciudadana acechan al gobierno entrante. Gobierne en la comunidad que gobierne. Estos dos años de requerimientos electorales han desconectado de la calle muchas luchas y variadas gentes. La desactivación de la movilización social menos centrada ideológicamente, se queda sin opciones de gobierno que pudieran materializarse en propuestas concretas. A diferencia de Madrid, Valladolid, Zaragoza, Burgos no dispone actualmente de una mayoría progresista en el gobierno local y provincial.
El debate desatado entre dirigentes y activistas sobre el papel que los nuevos políticos realizan en las instituciones, alberga dos vertientes. Quienes reconocen que las instituciones son herramientas para la transformación social han participado en procesos electorales. Siendo oposición o formando gobierno mantienen prioridades partidistas en asuntos de interés general, no de igual manera que el bipartidismo y Ciudadanos, pero en peligrosa estadística. La sibilina influencia y contradictorias directrices desde los ámbitos académicos próximas a Podemos, generan dinámicas en busca del liderazgo vertical. Se buscan líderes normalizados y validados por los medios y reconocidos por otros partidos en el juego institucional. Otros son vilipendiados, cuando no vetados en los medios, por su claro posicionamiento a favor de la militancia y el activismo no institucional.
La hegemonía del discurso alternativo, de izquierdas y social, donde Podemos intenta hegemonizar las voces a su izquierda, agrupando bajo su liderazgo las relaciones necesarias para rentabilizar la unicidad de pensamiento, carecen en la ciudad de la complicidad de los movimientos sociales y en las instituciones de un grupo de gobierno
La lucha de Podemos por reforzar identidades políticas mayoritarias, donde la derecha siempre ha tenido su representación simbólica garantizada a través de: Dios, Ejercito (Rey), y empresa, Podemos ignora las identidades culturales que han marcado a la izquierda: laicismo, república, y cooperativismo.
Bajo la manipulación mediática de los medios burgaleses es difícil saber las verdaderas intenciones de los nuevos actores políticos y su empatía con el votante burgalés en estos tiempos de cambio. Recordemos como los/las burgaleses/as dieron el gobierno de la ciudad durante muchos años a Peña, un gran populista y condenado por corrupción. Parece casi imposible que gente sencilla y sincera acceda a la política sin ser poseidas de las viejas formas, bajo nuevas caretas.