Por Carles Giménez
Por un “Decrecimiento Político Institucional”
Hemos sido testigos durante esta vergonzosa “crisis” del tratamiento totalmente ineficaz que ha hecho de ella la Unión Europea, contradiciendo a numerosos economistas que llenaron páginas de periódico depauperando la “austeridad”.
Lo cierto es que los líderes de esa “superestructura elitista”, que ha robado y usurpado el nombre de nuestro continente (por lo visto no tan nuestro), han inculcado una serie de recetas económicas junto a la banca (La Troika, Comisión Europea; Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional) para superar los desequilibrios, que ha dado fe de una gestión desastrosa. Y sí, ha sido desastrosa económicamente para la economía familiar europea, pero sin embargo ha sido exitosa para la economía de las grandes corporaciones, el modelo privado-público de servicios públicos, las privatizaciones, y la bajada de nivel de vida y derechos laborales de las personas trabajadoras.
Y lo cierto es que cuando han actuado para corregir los desequilibrios, (Grecia es un ejemplo de ello) la situación ha empeorado y agravado más a los sectores populares de esa sociedad a quien dice representar la UE, la sociedad europea;
Este tipo de superestructuras o entidades supranacionales es en donde se cobijan perfectamente los poderosos, los mercaderes financieros, los corruptos, las corporaciones multinacionales pues interesan de sobremanera a estos grupos y pseudoautoridades. De sobra es sabido, aunque la prensa corporativa lo omite (o bien no lo repite tanto como Venezuela), que la gran mayoría de parlamentarios europeos pertenecen a lobbys o grupos de presión o bien están relacionados con empresas privadas. Ese parlamento es más un pulcro burdel del sector privado donde las corporaciones ponen de manifiesto sus actos lascivos con los políticos más acomodados del sistema.
Alguno puede escandalizarse y recriminarme que me hallo en la osadía de insultar a la Democracia y es que … ojalá así fuera, pero en este caso está demostrado que la Unión Europea además de estar muy lejos de cumplir con los mínimos de eficacia funcional, sufre una grave enfermedad de “graves carencias democráticas” (tal vez es más un vicio u adicción narcótica). Y una de las pruebas que lo confirma es la total ausencia de autocrítica en su reciente gestión económica, que lejos de responder a intereses europeos (de la ciudadanía europea), responde a otros intereses de entidades afines a ella, entidades sin patria, sin pueblo, entidades que no responden o bien responden muy poco a cualquier tipo de parlamento, entidades desarraigadas que solo tienen en cuenta a los bancos y al poder superior financiero, son las corporaciones. Se puede decir que la UE es una gran multinacional disfrazada de mecanismo del pueblo.
Pero es que la misma enfermedad de la Unión también la tiene la democracia española. Cuando los manifestantes rodearon el Congreso en 2012 los titulares en los medios hablaban de “Democracia cercada, ataques a la Democracia”; y es que estas instituciones se disfrazan con el manto del pueblo cuando se ven en peligro pero sin embargo en situaciones de tranquilidad vuelven a actuar como lo que realmente son, conglomerados de intereses privados e internos.
Lo que sucede con ambos entes, es que la superestructura al ser más grande puede esquivar el control cercano que puede tener un parlamento nacional en distancia con su pueblo, mucho más notorio y “controlable” (por ello en la etapa Aznar se deterioró el poder de los municipios). La Unión Europea es un perfecto artefacto para las grandes corporaciones y el poder financiero.
En el futuro, si leemos en un programa electoral que debemos crear una Gobernanza Mundial para evitar que los intereses privados se hagan con el control y gobiernen nuestras vidas, ya sabremos lo que tendremos delante. Si queremos arreglar y perfeccionar nuestras instituciones actuemos con las que ya hay (que hay demasiado que corregir) o bien “decrezcamos institucionalmente”. No seamos cómplices en la creación de más estructuras de control, en todo caso eliminemos las que ya lastren a nuestros pueblos (aunque nos traigan la cura para la peste).
La UE ha demostrado al igual que el libre mercado que las superestructuras no mejoran ni el crecimiento ni el bienestar de los estados, más bien fomentan el monopolio de las superestructuras económicas de su misma naturaleza (multinacionales). Por ello la realización de una superestructura de carácter mundial pondrá aún más en riesgo la soberanía de nuestras amadas “democracias capitalistas” con lo cual añadiremos un calco más de déficit democrático.