España plurinacional…¿sin Castilla?

banderaPor Luis Marcos

El pasado domingo 2 de Octubre se desarrolló en el Ateneo de Madrid una interesante Jornada sobre el papel de Castilla en la España Plurinacional, organizada por el Grupo ALE-VERDES del Parlamento Europeo, y que pretendía analizar desde diferentes puntos de vista la reorganización territorial tanto en España como en la Unión Europea. Los asistentes se apuntaron mayoritariamente al federalismo solidario como la alternativa más deseable a la realidad plurinacional de España. En un momento de fuertes convulsiones políticas y sociales sobre la construcción de la Unión Europea, a raíz del crecimiento de movimientos reaccionarios y xenófobos y de las consecuencias del Brexit, así como sobre el modelo de vertebración territorial de España, donde ya se produce el choque de trenes entre visiones del centralismo más nostálgico y el independentismo más insolidario, se hace urgente un debate sereno, constructivo, abierto y dialogante sobre la Europa y la España que queremos para el siglo XXI.

Además, agotado el paréntesis de 40 años impuesto por la Transición Democrática y el Estado de las Autonomías, el conflicto territorial en España se ha intensificado de forma grave, y el distanciamiento cada vez mayor entre quienes se identifican con el independentismo (como la mayor parte de los partidos catalanistas y el propio Gobierno de la Generalitat) y quienes anhelan una recentralización del Estado (como Ciudadanos y los sectores más duros del PP), nos conduce a un callejón sin salida donde no está claro quienes pueden ser los ganadores, pero donde con seguridad los perdedores serán -seremos- muchos. La reconfiguración territorial de España, probablemente no llegará a concitar la unanimidad de todos los agentes políticos y autonómicos existentes, pero es obvio que solo será útil, eficiente y duradera si obtiene un elevado nivel de consenso, algo que hay que reconocer que consiguió la Constitución de 1978, pero cuyo nivel de progresivo envejecimiento –tras cuatro décadas- ha perdido. Está claro igualmente que el debate territorial, con las enormes suspicacias que genera y las grandes sensibilidades que toca, no puede plantearse en el ambiente continuamente electoral que habitamos, pues partidos como el PP y Ciudadanos, que han hecho gala del inmovilismo, como el PSOE, que baila en la indefinición o la antigua Convergencia, que opta por la huida hacia adelante, no pueden permitirse alimentar un incendio incontrolado en sus filas, abriendo el melón territorial con las urnas esperando en el colegio electoral… ya que ello implicaría dejarse muchos jirones por el camino.

Un observador imparcial pondría sobre la mesa una reforma, revisión o actualización constitucional, que abordara los derechos sociales que el texto de la Constitución no contempla, y una reformulación del Estado Autonómico, que reconduzca y elimine las duplicidades competenciales y del gasto que se han producido, que reconozca el carácter plurinacional del Estado, dando satisfacción no solo a las denominadas ”nacionalidades históricas” como Cataluña, País Vasco o Galicia, sino también a otras realidades nacionales evidentes como la aragonesa o la castellana, entre otras. La novedad en el panorama actual, surge de la novedosa posición que frente a la cuestión territorial española aporta Podemos. Es la primera vez desde los primeros años de la Transición que un partido mayoritario (el tercero en votos y representación) reconoce que el Estado Español está formado por varias naciones, siendo por tanto un Estado Plurinacional, y que admite el principio de autodeterminación como regla para que los diferentes pueblos de España decidan su modelo de vinculación con el Gobierno Central, aunque sea más o menos camuflado bajo la confusa terminología del “derecho a decidir”. Aunque es cierto que la formación que lidera Pablo Iglesias, que parece asumir estas propuestas “plurinacionales” como una mera herramienta instrumental para seducir a unas Confluencias que le aportan votos y mejoran significativamente su cuenta de resultados en escaños, parece que solo se reconoce un carácter diferencial a territorios como Cataluña, País Vasco, Galicia o Valencia.

Los representantes de Compromis, Joan Baldoví y Jordi Sebastià, al igual que los representantes de Chunta Aragonesista, dejaron claro su compromiso con el “derecho a decidir”, la necesidad de una financiación justa para sus territorios, y su compromiso de diálogo para articular una España plurinacional y una Europa federal. Andalucistas y castellanistas dejaron claro que sus territorios y sus pueblos fueron empobrecidos por unas políticas de Estado, que inexorablemente y a lo largo de 150 años, destinaron la mano de obra, los recursos naturales, el ahorro financiero, el agua, la energía, las infraestructuras y el desarrollo industrial hacia la periferia, básicamente hacia Cataluña y el País Vasco, creando una Deuda Histórica de la que ahora no cabe desentenderse.   

Los castellanistas defendieron la necesidad y urgencia del reconocimiento de Castilla Unida, por encima de su actual división en Comunidades Autónomas de segunda, como una de las entidades claves de una España Federal que asuma su carácter plurinacional, que dé reconocimiento y autogobierno a todos y cada uno de los pueblos que conviven en España y que defina las reglas de un régimen federalista que garantice tanto la identidad y particularidades de cada comunidad, como la necesaria solidaridad territorial. El Partido Castellano (PCAS) reclamó una vertebración comarcalista para Castilla, que ordenae racionalmente su territorio y frenar la despoblación, el Federalismo Solidario como opción para superar el conflicto territorial en España y un Europeísmo Federalista y Progresista para encarar el futuro de la Unión Europea.

Lo que está claro es que, si de verdad se cree en una España Plurinacional, hay que buscar acuerdos entre iguales, que reconozcan el carácter nacional de los diferentes pueblos que comparten este territorio, su identidad, sus realidades particulares, sus causas y un camino para su solución, superando desconfianzas pasadas y buscando un futuro que nos beneficie a todos. Lo que está claro es que, sin Castilla, no habrá una España Plurinacional.

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