A nadie se le escapa que el banquete ofrecido como agradecimiento a su desvelo por los actos del centenario a los diversos monaguillos de la Catedral, es un elogio al moho que se adhiere como una reliquia a la ciudad.
Este escándalo mientras en el entorno de la basílica los menesterosos mendigan un bocadillo, es un exponente clarísimo de la calaña que hinca su vanidad y desvergüenza sobre la Catedral.
Todo por un ego cuyos principales muñidores son el alcalde, el arzobispo y el peligroso mafioso que todos conocemos a cuya sombra danza la ciudad. La incultura y la ambición impregnan la vida y la cárcel de este personaje.
Daniel de la Rosa hace un daño a Burgos incalculable con su infame postura ante esta gentuza del todo despreciable por mucho escapulario e hisopo que exhiban. Nada hacía prever que este seudo socialista se iba a reciclar en ese contenedor de vaciedad e indecencia que es la fundación VIII centenario.
Algunos periodistas decentes que han declinado el banquete del moho, me dicen que esto ha llegado a tal punto que la ciudad se asemeja a un pesebre por donde pastan especímenes dignos de ser estudiados por los Arsuaga y demás científicos que se afanan en descubrir cómo hemos sido y qué herencia hemos adquirido desde Atapuerca.
Veremos más despropósitos de esta índole a lo largo del año, se desvelarán mordidas, sueldos y prebendas de los pesebreros del moho cuya ética nunca hábito en ellos, sí el saqueo y la delincuencia como es el caso de Miguel Méndez Pozo, profesor y asesor del arzobispo cuyas carreras universitarias para nada tienen que ver con la decencia y la moralidad.
Así de esta suerte los fastos van discurriendo con la espada de bronce que se blande sobre la catedral de las ignotas y desesperanzadas puertas del Perdón.
No se pondrán y en tanto que el autor las prolonga en su agónica situación, más de 70.000 firmas muestran el moho de unos bronces que tañen el funeral de una fiesta que ni el mejor Shakaspeare hubiera podido concebir.
Por Juan Vallejo