Demolition, de Jean-Marc Valée

DEMOLITION-2

Por Eduardo Nabal

Jean-Marc Valée, tras su aplaudido debut con la tierna e imaginativa “Crazy”- sobre la odisea de un adolescente bisexual y el éxito de filmes como “Dallas Buyers Club”- sobre un vaquero machista y seropositivo- o “Alma salvaje”- sobre una madre aventurera-, vuelve a demostrar que es uno de los cineastas mas sólidos e imprevisibles salidos del cine canadiense, transitando, desde su óptica particular e irregular, el cine estadounidense.

Y, sobre todo, acercándose de forma visual y argumentalmente imaginativa, a historias no siempre demasiado originales, aunque estén tomadas de la realidad o, en ocasiones, inspiradas en ella (como ocurrió con su aséptico biopic “La reina Victoria) .

En esta ocasión Vallée, más inspirado y narrativamente arriesgado, se aproxima al peculiar y algo excéntrico proceso de duelo de Davis (Jack Gyllenhaal) -conocido por protagonizar “Brokeback Mountain” o “Enemy” entre otras- que, al perder a su esposa en un brusco accidente de automóvil, no solo va rompiendo sus lazos afectivos y profesionales con su vida anterior sino sobre todo materiales, llegando literalmente a “destrozar” su casa, su hogar conyugal, su nido quebrado con verdadera fruición.

Este ejecutivo -por enchufe/cadena familiar se topa en su accidentado periplo con Karen, una mujer casada también algo abatida en su cotidianeidad alienante, casada con el dueño de una compañía de maquinas expendedoras de golosinas, una mujer acompañada de un adolescente poco convencional, una esposa algo anulada y doblegada a la que encarna una no demasiado inspirada Naomi Watts que, no obstante, mantiene el tipo frente a cierta tendencia al histrionismo del actor protagonista y algunos excesos en la puesta en escena.

Vallée vuelve a introducir con valentía temas como el materialismo de la sociedad estadounidense, los sempiternos “family values”, la mentira como moneda de cambio en la sociedad actual, la alteridad en un modelo social enfermo, la adolescencia y sus secuelas, la homofobia juvenil, la violencia soterrada o evidente, las distintas caras de la soledad y el recuerdo alterado aunque lo más original de su historia vuelve a ser una puesta en escena detallista, imaginativa y sensible capaz de penetrar algo más allá en la psicología de sus personajes de lo habitual en el cine de Hollywood incluso en el llamado “cine independiente”, sin temor al exceso, el trazo grueso ni al ridículo, para llegar a algo distinto, una suerte de realismo poético, no exento de onirismo, presente en casi toda su obra. Sin temor tampoco a la ambivalencia y a los finales abiertos.

El director de “Café de flore” se vuelve a fijar el los “desechos” de la sociedad del éxito para con alma de retratista despiadado encontrar poesía en los momentos vitales más difíciles y extremos de estos monstruos con gran corazón que pueblan su variopinta obra y que, poco a poco, dentro de lo imprevisible, va consiguiendo una coherencia temática y, sobre todo, una creatividad estilística sin parangón. Capaz tanto del trazo grueso como de la caligrafía fina, de lo sencillo como de lo valiente, del barroquismo como del hiperrealismo.

Como otros canadienses Valée se burla de los aspectos más zafios y dañinos del “american dream” pero, a diferencia de otros de sus compatriotas, casi siempre hay bondad o, al menos, comprensión en su mirada de poeta de las imágenes.

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