Por Marcos Mesa
Muy a menudo la prensa corporativa habla de la mala situación, a menudo devastadora, que sufre el colectivo LGTB+ en países como Rusia o Irán, (de Arabia Saudí, solo silencio) donde la represión ha sido y sigue siendo atroz. Existen situaciones menos duras pero igualmente malas como la de Israel, donde el sector LGTB+ tiene que enfrentarse al sector ortodoxo (en 2015 una joven murió apuñalada en la Marcha del día del Orgullo Gay a manos de un judío ultraortodoxo).
Pero de lo que pocas veces se habla en dicha prensa de Occidente y especialmente en la española es de la situación de este colectivo en las guerras de la Otan (en su conjunto), pues aunque a todas luces todas y todos sufren las guerras y bombardeos por igual sin distinción de ningún tipo, en situaciones de conflicto armado la comunidad homosexual, trans, etc. sufre situaciones especialmente difíciles.
En el Irak posterior a Saddam Hussein y a la invasión de Estados Unidos, ser gay o parecerlo, puede ser una sentencia de muerte. La intervención para derrocar a Sadam no ha mejorado la situación para nadie y menos aún para este colectivo. Es muy difícil determinar cuántos homosexuales han muerto en los llamados “crímenes de honor” a manos de sus propias familias o por parte de milicias pero, según una investigación de la BBC, los gays iraquíes son objeto de violencia sistemática y organizada y el gobierno post-Sadam se niega a reconocerlo. Una vez identificados, la mayoría de los gays en Irak no tienen lugar donde esconderse.
En Costa de Marfil las fuerzas de la ONU y Francia dieron apoyo militar en la guerra civil de 2011 al líder opositor Alassane Ouattara quien finalmente saldría vencedor en la contienda. Ya en 2014 se tuvo noticia de una expedición de castigo llevada a cabo por el Ejército Republicano del país contra los locales de una ONG que trabajaba en la lucha contra el SIDA. Quienes contribuyeron a crear el patriotismo, la xenofobia, el sectarismo, el tribalismo, e incluso todo tipo de integrismo religioso en la “Nueva Costa de Marfil” hicieron crecer la homofobia como un nuevo monstruo.
En 2013 la brigada de mercenarios Nawasi (al servicio de la Otan en Libia) secuestró y apalizó sistemáticamente a un grupo de gays en Trípoli, que se encontraban en una fiesta; se hizo eco de la noticia el New York Times. Es cierto que la vida para los gays en el país tampoco era fácil antes de la invasión pero la guerra no solo no solucionó este problema sino que empeoró la situación. El nuevo gobierno libio replicó a la Onu en su primera reunión y su nueva inclusión en la organización (tras la muerte de Gadafi) que “los gays son una amenaza para la humanidad”. La frase fue pronunciada ante el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU. Este nuevo Gobierno se ha caracterizado por su homofobia, junto con sus abusos permanentes hacia los presos y su violencia, lo cual ha puesto de relieve preguntas muy serias que mucha gente tiene sobre la dedicación del nuevo régimen a mejorar los récords de su antecesor. La primavera árabe-15 M resultó en algo que ni la gente ni el colectivo LGTB quería ni esperaba.
En la guerra de Siria la situación, que no era buena antes del conflicto pues se basaba en la clandestinidad y soborno de la policía, empeoró gravemente cuando el Ejército Libre Sirio opositor mutó en Al Nusra [filial de Al Qaeda en Siria]. Los yihadistas comenzaron a secuestrar a gays y asesinarlos. También los y las torturaban para encontrar más y eliminarlxs. En Raqqa, la comunidad gay era activa, y en Damasco se toleraba en clandestinidad pero con la llegada de la guerra fueron perseguidos y perseguidas por el Estado Islámico, por el Sector rebelde Sirio Opositor, por las leyes sirias y la propia “pseudo-moral” social. En 2013, el libanés Bertho Makso, cofundador de la ONG Proud Lebanon, comenzó acogiendo a refugiados sirios gays para mejorar la situación y salvar vidas.
Occidente vende la idea del fomento de los valores democráticos y de respeto a los derechos humanos dentro de sus fronteras, y a Oriente Medio; pero con sus crueles guerras -perpetradas a través de su brazo armado Otan- coloca gobiernos títeres en las zonas de conflicto en las que nada cambia, salvo la explotación de sus recursos energéticos. Todos estos casos demuestran que no solo las intervenciones militares siegan la vida de todas las personas civiles por igual sino que los gobiernos y aliados apoyados por las potencias de la Otan colocados como gestores para cambiar la situación de estos países, se dedican a empeorar la situación que había antes de la guerra. Los mismos líderes occidentales que hablan de pluralidad y supuesta libertad en sus países, promueven todo lo contrario fuera de sus fronteras.